Recuerdo una transmisión de la BBC cuando George Bush padre perdió la reelección en 1992. Hablando desde Houston, Texas, Bush aceptó la derrota frente a la “poderosa campaña” del Gobernador de Arkansas, Bill Clinton, y terminó diciendo: “Apoyaremos a este nuevo Presidente y le deseamos lo mejor”.
Al verlo desde el Reino Unido me causó un profundo interés ver esta transferencia de mando en la nación más poderosa del mundo. Ese mismo programa de la BBC de inmediato pasó a Iraq, donde había gente en un café mirando el discurso en la televisión. Esto hizo que me preguntara qué estarían sintiendo y pensando al observar esto. ¿Acaso estarán deseando y orando calladamente por un cambio de gobierno en paz, como resultado de su voto?”
El mes pasado la BBC me proporcionó unas respuestas, 12 años después de que me hubiera hecho esa pregunta. En una de sus noticias hablaron del trabajo de la coalición para trazar con destreza el camino adecuado para que haya un nuevo gobierno en Iraq. A pesar de otras dos bombas letales que, en apariencia, habrían hecho de la votación una propuesta peligrosa e indeseable para la población, el periodista dijo claramente que la mayoría de los iraquíes estaban ansiosos por ir a las urnas, porque deseaban profundamente ejercer el derecho de participar en su futuro gobierno.
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