Hace casi 20 años me diagnosticaron síndrome de fatiga crónica, también conocido como fibromialgia. Pasé muchos años buscando alivio del dolor y de los desgarradores síntomas propios de esta enfermedad.
Yo había sido criada en la Christian Science y había sanado mediante la oración mientras crecía, gracias a las maravillosas oraciones de mi madre. Pero cuando estaba en la universidad me aparté del camino de la curación espiritual. Al enfrentar una debilitante enfermedad física y otros problemas que tuve a consecuencia de la misma, busqué atención médica.
Un médico, que me estaba tratando por otra enfermedad y había llegado a ser un buen amigo mío, me dijo que en sus 30 años de práctica había visto muchos casos de remisión espontánea entre los pacientes que trataba. Me dijo que la única explicación estaba en que Dios había producido esas curaciones, porque sabía que él no tenía nada que ver con ellas. Este bondadoso doctor incluso me sugirió que asistiera a su iglesia y le pidiera consejo a su ministro, lo que hice por algunos años.
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