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Sana de lupus

Del número de septiembre de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace trece años, antes de conocer la Ciencia Cristiana, me diagnosticaron que tenía lupus, enfermedad inflamatoria crónica que produce reacciones inmunológicas. Ya hacía mucho tiempo que estaba tomando medicamentos porque tenía presión sanguínea alta.

Un día, después de varias situaciones serias relacionadas con la presión, me encontré en la unidad de terapia intensiva de un hospital porque mi médico pensó que me estaba dando un ataque al corazón. No me permitían levantarme y el parche medicado que me habían puesto en el brazo me producía náuseas. Recuerdo la dulce y maravillosa enfermera que me frotaba la espalda y me arreglaba el cabello. Y, aunque parezca extraño, pensé: "Yo no tengo nada malo. ¿Qué estoy haciendo aquí?”

Estuve toda una semana en el hospital, lo que me dio mucho tiempo para pensar y orar. Yo era una persona muy religiosa e incluso había pensado en seguir el ministerio episcopal, que en aquel entonces no aceptaba mujeres. Oré más o menos con estas palabras: “Muy bien, Dios mío, hace tiempo que estoy con mucho estrés por trabajar para personas que realmente no se tratan muy bien entre sí. Prácticamente ha terminado la primera mitad de mi vida, durante la cual he trabajado para otras personas. Ahora me gustaría vivir la segunda mitad trabajando para Ti. ¿Qué quieres que haga? Yo simplemente quiero un trabajo donde pueda expresar libremente quién eres Tú a otras personas”. Al día siguiente, después de salir del hospital, fui a ver a una psicóloga “jungiana” porque había leído que tratan con asuntos espirituales. Le conté mis problemas físicos y que sentía que eran el resultado del estrés que tenía en el trabajo.

La psicóloga me preguntó con cuánta frecuencia oraba. Le dije que oraba todo el tiempo. Entonces me comentó: “Bueno, usted no lo está haciendo correctamente”. Me sugirió que saliera al patio temprano por la mañana, me sentara, aclarara mi mente y simplemente escuchara a Dios. Lo hice durante tres días. Aunque nunca escuché que Dios me dijera algo, dejé de hablar, me mantuve callada y sentí Su presencia más profundamente que antes. Después fui al médico para que me revisara. No había tomado ninguna medicación desde que había salido del hospital, ya que estaba convencida de que todo ese asunto no tenía nada que ver con las medicinas, y todo con encontrar una solución espiritual.

El doctor me tomó la presión y estaba normal por primera vez en cinco años. Le dije que no había tomado los remedios, y me preguntó qué estaba haciendo. Entonces le comenté que estaba escuchando a Dios. Y me respondió: “Bueno, parece que le está dando resultado”. Salí del consultorio del médico y me deshice de todas las pastillas.

Mi psicóloga me dijo que tenía que encontrar otro empleo para disminuir el estrés. Ese no era un buen momento para buscar otro trabajo. Mi hija estaba en la universidad y mi esposo no tenía empleo.

Yo estaba a cargo del área de composición de una pequeña firma editorial de libros, entonces decidí Ilamar a la compañía tipográfica que nos vendía el software y preguntarles si conocían algún otro lugar donde podría conseguir trabajo. Ellos respondieron: “La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana en Boston”.

Dos meses después, estaba sentada ante una computadora en el área de preimprensión electrónica, viendo cómo pasaban frente a mis ojos las citas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, en la pantalla. (Era así cómo se corregía la tipografía.) Me habían puesto a trabajar de inmediato en la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana en inglés y otros idiomas. Recuerdo que me embargó una abrumadora sensación de paz y tranquilidad. Supe, sin duda alguna, que Dios me había Ilevado allí, y que este trabajo era el resultado de mis oraciones.

Para evitar el tráfico de la mañana, Ilegaba al trabajo con mucho tiempo de antelación. Así que me tomé el hábito de orar antes de empezar a trabajar. Aquellas citas de la Lección Bíblica que pasaban por la pantalla me intrigaban mucho, de modo que decidí leer Ciencia y Salud. También les hice algunas preguntas discretas a algunos Científicos Cristianos que trabajaban conmigo.

En aquella época, los síntomas de lupus que tenía eran perturbadores y, según los médicos, no podían tratarse con medicina. A veces me levantaba de la silla y tenía que esperar un rato hasta que mis piernas comenzaban a funcionar. Tenía muchos dolores.

Ocurrió que, cuando ya había leído la mitad de Ciencia y Salud, de pronto me di cuenta de que los síntomas habían desaparecido. No me atrevía a decírselo a nadie. Realmente no lo podía creer. Terminé el libro y lo volví a leer, y descubrí que Mary Baker Eddy había explicado claramente en este libro las verdades universales acerca de Dios que yo ya conocía.

La Sra. Eddy escribe: “Orar significa que deseamos andar, y que andaremos, en la luz a medida que la recibamos, aunque dejemos huellas sangrientas, y que sirviendo con paciencia al Señor dejaremos que nuestros verdaderos deseos sean premiados por Él”. (pág. 10) Esa declaración me impresionó mucho porque hablaba de mi travesía espiritual y de mi insistencia en seguir con persistencia la guía de Dios.

Desde entonces, decidí que la práctica de la Ciencia Cristiana sería mi forma de vida. Hoy, continúo trabajando con los productos de la Lección Bíblica. Tomé instrucción en Clase Primaria y me afilié a una iglesia filial de Cristo, Científico, muy activa. También he dedicado mi vida a ayudar a otros a encontrar curación, como yo hice.


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