¿Alguna vez te has sentido incapaz de realizar una carea? ¿Ya sea por falta de tiempo o porque crees que no tienes las cualidades para hacerla? Yo sí.
Todo comenzó dos semanas antes de terminar el semestre. El maestro pidió como entrega final que escogiéramos seis pinturas del arte moderno y tratáramos de aplicar la técnica de los artistas, de esto dependía nuestra calificación final. La entrega consistía en un cuaderno de 6 láminas de imitación de pinturas famosas.
Cuando comencé me sentía incapaz de pintar, realizar una lámina me tomaba muchas horas de trabajo en el lienzo. A mis compañeros les parecía fácil, pero a decir verdad a mí me estaba costando mucho trabajo realizarlo.
Con el paso del tiempo la situación parecía no mejorar, en esas fechas teníamos varias tareas que entregar y además dedicábamos todo nuestro tiempo libre a pintar. Esto se volvió más difícil porque parecía que de mis compañeros yo era la que avanzaba más lentamente. A medida que se acercaba el día de la entrega, empecé a pensar que no terminaría a tiempo y que era muy probable que obtuviera una mala calificación.
Faltando sólo un día para la evaluación, yo apenas estaba terminando mi segunda lámina. Con el tiempo encima y la poca habilidad que parecía tener, pensé pedir ayuda pero no había nadie a mi alrededor que se sintiera con la habilidad para pintar.
Comencé a sentirme presionada, estaba tan tensa que mis hombros estaban endurecidos, mi cuello me dolía y a las dos horas de haber empezado la tercera lámina tuve que tomar un descanso, no sabía cómo trabajar así. Sólo me quedaba la tarde de ese último día para terminar las cuatro láminas que aún me hacían falta. Fue un día muy difícil en el que estuve todo el tiempo en mi casa tratando de pintar lo más pronto posible, pero los errores que cometía por hacerlo rápido hacían que me tomara más tiempo corregirlos.
Al tomar un descanso en el sofá, traté de tranquilizarme, y vino a mi pensamiento la letra del himno N° 342 del Himnario de la Ciencia Cristiana y comencé a cantar: “Este es el día que hizo Dios; las gracias da feliz; / ante Él acude sin temor, Sus obras a aplaudir. / Del cielo viene todo don y bendiciones mil; / lo grande del amor de Dios por ellas conocí”.
Mientras cantaba comprendí que en verdad, Dios otorga todo don, toda cualidad o destreza, y que por eso debía estar feliz. Recordé la historia de Moisés, quien al encontrarse frente a la zarza ardiendo respondió que por ser tartamudo no podía hablar correctamente frente al Faraón. Lo interesante de esta historia es que Dios le dio la cualidad para hablar correctamente y pudo hablar ante el Faraón sin tartamudear. Después de esto pensé que así como Dios estuvo con Moisés en ese momento, así está con nosotros ahora y que si tenemos algún reto, es para crecer y para confiar en Dios. Comprendí que no debemos sentirnos temerosos por las cualidades que parecemos no tener, sino reconocer que de Dios provienen todas nuestras cualidades y que él nos dará las habilidades que necesitemos para realizar nuestras tareas, sin importar que tan difíciles parezcan ser.
Cuando regresé a mi tarea me sentí feliz por reconocer que ese era el día que había hecho Dios, que Él estaba conmigo y que yo realizaría esa tarea conforme a las cualidades que me había dado. Así continúe pintando, pensando en lo mucho que Dios nos ama por darnos siempre lo que necesitamos. Para entonces, el dolor del cuello y la dureza en mis hombros habían desaparecido. Empecé a avanzar rápido y muy bien, me sentí guiada por la mano de Dios, como si Él estuviera pintando a través de mí, enseñándome cómo hacerlo. Esto hizo que me identificara mucho con una cita de la Biblia que dice así: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace..." Juan 5:19,20.
Cuando menos lo pensé, había terminado mi tarea y tenía el tiempo justo para entregarla. Curiosamente no había dormido nada, pero no me sentía cansada, sino muy contenta, sabiendo que Dios me había ayudado a terminar mi trabajo.
Entregué esa tarea y mi calificación fue diez. Me quedé sorprendida y muy feliz por el resultado, creo que en realidad esa calificación no fue para mí, sino para Dios,porque sin Su ayuda yo no hubiera podido terminarla. Es increíble lo hermosas y maravillosas que son las obras de Dios cuando te abandonas a Su guía, reconociendo que solo Él tiene el poder.
