Después que terminé el nivel básico con buenas notas, mis padres decidieron inscribirme en un colegio particular de renombre para que tuviera una muy buena educación. Pero, cuando comencé el año en esa nueva escuela, no lograba aprender las materias como debía y sentí mucho miedo.
Mi papá es practicista de la Ciencia Cristiana, y me pidió que eligiera y me comunicara con otro practicista, para que yo pudiera orar con más calma con él. Cuando conversé personalmente con el practicista, me tranquilizó con las verdades espirituales que me hicieron recordar mi verdadera identidad espiritual. Comprendí mejor que no podía estar gobernada por el temor porque soy hija de Dios y expreso únicamente Su totalidad; es decir que no puedo tener miedo de no poder entender las materias de la escuela. Como hija de Dios, soy una idea completa con todas estas cualidades: inteligencia, sabiduría, discernimiento, atención, razonamiento, comprensión, expresión, exactitud, precisión, aprecio, ponderación, poder y obediencia. El practicista había escrito estas cualidades en una hoja de papel para que yo pudiese pensar en ellas todos los días, y especialmente supiera que las reflejaba siempre.
Aunque durante nuestra entrevista conversamos sobre muchas verdades espirituales, algunas realmente me llamaron la atención. Una de ellas se encuentra en la Biblia, y dice así: “Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito”.Salmo 147:5. La otra se encuentra en el libro Ciencia y Salud, en la página 469, en la que Mary Baker Eddy define la inteligencia. Ella escribe: “La inteligencia es omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno — la Vida, la Verdad y el Amor — llamado Dios”. Comprendí que la inteligencia es una cualidad esencial de Dios y, por lo tanto, es el fundamento de todas las cosas.
Yo leía todos los días esos pasajes que me habían dado para estudiar y, por la mañana, antes de ir a la escuela, mi mamá me recordaba algunas de las verdades espirituales sobre las que habíamos conversado con el practicista.
En aquella misma época, nuestro maestro de la Escuela Dominical nos habló de la historia de Jesús, que cuenta que cuando tenía 12 años se encontró en el templo con los maestros de la ley. Jesús tenía nuestra edad y pudo responder fácilmente a las preguntas que les hicieron aquellos maestros, que hoy serían como profesores universitarios.Véase Lucas 2:41-47. Entonces, percibimos que Jesús demostró una inteligencia divina que nosotros también reflejamos, y que nada puede impedirnos expresarla. Nuestro maestro leyó este otro pasaje de Ciencia y Salud: “Todo lo que es gobernado por Dios jamás está, ni por un instante, privado de la luz y el poder de la inteligencia y la Vida”.Ciencia y Salud, pág. 215. En ese momento comprendí bien que nunca podía dejar de expresar inteligencia.
Gracias a las oraciones del practicista, de mis padres y mías, logré superar todas las dificultades que tenía en la escuela. En menos de un mes, a partir del momento en que comencé a orar, ya estaba obteniendo resultados muy buenos. Ya hace dos años que continúo progresando en la escuela y todo va muy bien.
