Ya hace tres años que estudio filmación como asignatura en el colegio. Esta clase ha resultado ser una de mis favoritas hasta el punto de tomarla en cuenta seriamente come una posible ocupación de futuro. He aprendido y sigo aprendiendo un montón de cosas que me apasionan, desde el estudio minucioso de cómo se han hecho las grandes películas de la historia del cine, a las diferentes técnicas de filmación, o la manera en que uno puede transmitir un determinado mensaje al hacer una película.
Pero realmente lo que más me gusta es descubrir cuántas maneras distintas existen de filmar una misma escena. Y al decidir cómo hacer una toma, la elección de la perspectiva que se va a usar puede cambiar absolutamente la impresión del que mira. Por ejemplo, en ocasiones, filmar a una persona desde un ángulo por debajo de la altura de sus ojos resalta su situación de poder, mientras que puede lograrse el efecto opuesto al filmarla desde un punto más arriba. O, situar la cámara un poco de lado en lugar de tenerla derecha, confiere inmediatamente al espectador una sensación de inquietud o nerviosismo. Esta última técnica se llama en inglés dutch tilt.
Yo creo que en nuestra vida también definimos cómo nos van las cosas según la perspectiva con la que decidimos mirar. Nuestra expectativa determina cómo va a ser la película de nuestra experiencia, y tenemos todas las ideas de la Mente divina que nos creó para corregir los enfoques equivocados y obtener buenos resultados.
Este verano viajé solo desde Rumania a los Estados Unidos para participar en un campamento sobre filmación en la Universidad de Los Ángeles, California, (UCLA). Ya el viaje de tantas horas en avión, cambiando en varios aeropuertos, se presentaba desafiante. También, la idea de participar en un curso cerca del mismo Hollywood y en una Universidad de tanto renombre, me hizo sentir un poco inseguro. Pensar que todo el mundo iba a saber más que yo, y que pudiera hacer el ridículo, me daba una sensación de inseguridad que me impedía disfrutar de esta oportunidad tan genial.
Supongo que la cámara de mi perspectiva estaba un poco torcida. El elegir otro punto de vista y confiar en que toda estaba en su lugar correcto, y que mis capacidades eran un reflejo de la inteligencia divina que me había creado, hizo que todo el viaje fuera armonioso, y me dio la soltura y la seguridad necesarias para disfrutar de aprender y usar los conocimientos que tenía, demostrando mis habilidades al máximo.
A este cambio de perspectiva, en el cual tratamos de ver la situación como Dios, la Mente infinita, la ve, en la Ciencia Cristiana se llama orar, y cuando oramos así por un problema, sea cual sea, nunca nos quedamos en el mismo lugar, sino que avanzamos y las cosas se enderezan. Vi esto claramente en mi propia experiencia, pues el viaje fue inolvidable y me dio un gran empuje para estar más confiado.
Ahora, al enfocar la cámara y buscar la toma perfecta, muchas veces recuerdo ese cambio de perspectiva cuando inicié mi viaje a Los Ángeles, y lo fantástico es que podemos aplicar esta manera de pensar, no importa lo que nos preocupe, a todo lo que nos pasa en la vida.
