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la universidad

Energía y apoyo divino durante los exámenes

Del número de enero de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Journal


Soy estudiante estoy cursando el segundo año de estudios preuniversitarios en la Escuela de Música Vincent-d'lndy, donde desarrollo mis habilidades en el piano, y estudio las materias indispensables para cualquier músico: literatura musical, coral, solfeo y dictado musical, partitura, análisis y teoría musical. Además de la música, me gusta mucho leer y escribir, siendo la literatura mi segunda pasión. La curación que voy a relatar ocurrió en octubre de 2009.

De todas las experiencias que he vivido hasta hoy, esta curación es la que más me ha marcado, pues me demostró la eficacia y los rápidos resultados de leer el libro Ciencia y Salud de Mary Baker Eddy.

Al término de un día escolar muy atareado, de terminar mis deberes en casa y estudiar piano por tres horas, quedé libre para pensar en otra cosa. Era época de exámenes y estaba muy cansada mental y físicamente. Quería resolver esa situación para continuar con mis estudios con el máximo de energía posible y obtener mejores resultados. Entonces percibí que lograrlo sólo dependía de mí, y que con la oración podría terminar con el cansancio que sentía, sin recurrir a ningún medicamento.

Desde mi infancia, mi mamá y mi abuela me habían enseñado acerca del poder del pensamiento y las curaciones que podemos obtener cuando pensamos correctamente. Por eso, cuando a los quince años conocí la Ciencia Cristiana, yo ya estaba familiarizada con algunos de sus conceptos y comencé a asistir a la Escuela Dominical. Después de estudiar durante cuatro años las Lecciones Bíblicas, y leer Ciencia y Salud, los testimonios de El Heraldo, los himnos del himnario, y de vivir algunas experiencias sanadoras, me sentía bien preparada para liberarme de ese peso físico y mental propio de la época de exámenes.

Entré en mi cuarto y tomé mi ejemplar de Ciencia y Salud con el firme propósito de sanar. Decidí abrirlo al azar para ver en qué pasaje caería y, para mi sorpresa, encontré lo que buscaba. Era justamente lo que necesitaba en aquel momento, la página 217: “El remedio científico y permanente para la fatiga es aprender el poder de la Mente sobre el cuerpo o sobre cualquier ilusión de cansando físico, y así destruir esta ilusión, porque la materia no puede estar cansada y sobrecargada. ...Sin la mente, ¿podrían los músculos estar cansados? ¿Hablan los músculos, o hablas tú por ellos? La materia no es inteligente. La mente mortal lleva a cabo la conversación falsa, y aquello que afirma el cansancio, produjo ese cansancio”.

Al leer esas palabras, sentí un vigor benéfico y tranquilizador, pues comprendí que la Mente real, Dios, nunca se cansa y, por lo tanto, yo, por ser Su reflejo, tampoco me podía cansar. Fortalecida con esa nueva comprensión y feliz de obtener tan rápidos resultados, continué leyendo Ciencia y Salud con sorprendente motivación, a pesar de que ya era era tarde por la noche. Dejé de leer y me fui a dormir ni bien recordé que tenía clase a las 8 y media del día siguiente, y me di cuenta de que sólo me restaban cinco horas para descansar; sin embargo, me sentía con mucha energía.

Al día siguiente, me desperté media hora antes de que tocase La Campanella de Liszc, obra musical que me despierta todas las mañanas. Desbordando de la energía maravillosa que había tenido la noche anterior, me preparé con más rapidez que de costumbre y salí para tomar el ómnibus aproximadamente 45 minutos antes. Todo a mi alrededor parecía más bonito y me tomé más tiempo para observar y apreciar lo que me rodeaba. En ese mes de otoño la belleza de las hojas anaranjadas multiplicó el vigor que se había acumulado en mí desde el día anterior. Así fui a mi primera clase, pensativa y con mucha energía. Desde la clase de literatura musical hasta la de música coral — de las 8:30 a las 18:30—,mantuve la misma fortaleza, la misma alegría y la misma concentración. No lo podía evitar.

Escuché cómo mis amigos se quejaban del cansando y de la falta de sueño, y no pude dejar de pensar que yo habría estado con ese mismo cansancio si no hubiera orado por mí misma. Durante las pruebas, sentí mucha confianza y una concentración inalterable, a consecuencia de la cual obtuve resultados muy satisfactorios y me demostró, una vez más, los beneficios de la oración.

Hoy en día, oro en día, oro en todas las situaciones en que quiero sentirme apoyada, inspirada, guida y tranquila. Por ejemplo, hace poco, durante mis audiciones universitarias, la oración me brindó el estado mental necesario para los exámenes de calificación y, gracias a eso, el próximo año voy a entrar a estudiar en la Universidad de Montreal.

Con esa experiencia maravillosa aprendí que siempre es posible orar y que podemos usar la Ciencia Cristiana en nuestra vida diaria. Ahora, las pocas veces que me siento cansada lo supero rápidamente con la oración. Antes, cuando me sentía cansada, pensaba que necesitaba dormir más, ahora sé que el cansancio ne es más que una ilusión y que Dios me da infinitas energías.

Publicado originalmente en
The Christian Science Journal

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