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tus desafies

El esquí sigue siendo mi deporte preferido

Del número de enero de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El esquí es para mí una de las expresiones más libres de velocidad, agilidad, fuerza y concentración. Todos los inviernos viajo con mi familia a Park City en el estado de UTAH, y allí esquiamos. Cuando ocurrió esto que les voy a contar yo tenía 15 años.

Estaba esquiando con mi hermano, yo haciéndolo en estilo libre con saltos y piruetas, y en un momento dado, cuando me lancé en bajada para alcanzar la mayor velocidad posible, salté con tanta fuera que pasé el área donde debía aterrizar y me di un golpe tremendo. Tal fue la caída que quedé inconsciente y los médicos que me asistieron tuvieron que sacarme de la montana en helicóptero. La situación era de gravedad. El diagnóstico médico era que estaba en estado de coma y que la única opción era someterme a una cirugía cerebral.

Pero mis padres, que son Científicos Cristianos, se dieron cuenta de que podían apoyarse en Dios para sanar esta situación. Simplemente pidieron que les dieran media hora para orar por mí. Los doctores estuvieron de acuerdo, pero les dijeron que después de esa media hora sería necesario hacer la operación. Durante esa media hora, mis padres oraron y comprendieron con tanta claridad que mi verdadera identidad era espiritual y perfecta en Dios, que cuando los médicos regresaron y me revisaron, descubrieron que me estaba estabilizando. La verdad es que estaba progresando mucho, por lo que postergaron la operación otras 4 horas. Al cabo de ese tiempo, los médicos continuaron viendo progreso. Incluso pensaron que seguía inconscience, cuando en realidad había comenzado a responder. Postergaron nuevamente la cirugia, hasta la mañana siguiente.

Mis padres continuaron junto a mi cama orando durante toda la noche. Después me contaron que se aferraron entre otros a este pasaje de Ciencia y Salud: “La consciencia, así como la acción, está gobernada por la Mente — está en Dios, el origen y el gobernador de todo lo que la Ciencia revela”. Ciencia y Salud, pág, 480. Ellos también tuvieron que superar el temor que sentían por mi, y encontraron mucho consuelo en la certeza de que el amor perfecto de Dios llena todo el espacio, como se expresa en Primera de Juan 4:28:“El perfecto amor echa fuera el temor”.

Para la mañana siguiente ya había recuperado el conocimiento, y mis padres estaban muy contentos de que hubiera respondido a sus oraciones. En tan solo 20 horas, había despertado de un estado de coma, y dos días después ya estaba caminando por el hospital con la ayuda de mi papá. Yo cantaba himnos y glorificaba a Dios, pues me sentía muy agradecido por la Ciencia Cristiana. Pero como me sentía como en un sueño, desconectado de la realidad, todavía necesitaba ayuda. No obstante, puedo con alegría decir que después de cuatros días de haber estado en el hospital, me permitieron regresar en avión a casa, en Seattle, Washington, en el noroeste de los Estados Unidos. Y estando en casa la curación siguió progresando naturalmente.

Los médicos estaban seguros de que me llevaría varios meses recuperarme por completo. Pero todo ese tiempo mis padres, que se apoyan firmemente en Dios para brindarme la mejor atención a la salud, tenían la expectativa de que tendría una curación total y rápida. Desde mi llegada a casa, comencé a visitar a un practicista de la Ciencia Cristiana, con quien me reunía todos los días en su oficina. Durante esas reuniones de oración, todos los problemas que todavia se presentaban (el hecho de tener daño cerebral, estar paralizado del lado derecho de mi cuerpo, o no poder hablar ni comer normalmente), todos esos problemas que parecian agobiarme, fueron tratados metafísicamente. Mi mamá me ayudaba a memorizar las ideas espirituales escritas en unas tarjetas. Estas ideas fueron las que más me ayudaron: “Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Isalas. Yo anhelaba estar completamente libre, y poder correr, y elevarme, como en las alas del águila. Recuerdo que también oré con el siguiente pasaje de Cíencía y Saíud: “Insistid mentalmente en que la armonía es la realidad y que la enfermedad es un sueño temporal. Percibid la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda a las condiciones normales de la salud y armonía”. Ciencia y Salud, pág, 412. Estaba aprendiendo que Dios me había hado dominio sobre todas mis acciones y pensamientos.

Un día, de regreso a casa de una de esas reuniones con el practicista, recuerdo muy claramente que miré el Lago Washington, las montañas que hay detrás y vi cómo el lago reflejaba bellamente la luz. Y fue uno de esos momentos en que capté una vislumbre de la armonía divina. Recuerdo que me enderecé en el asiento, la miré a mamá, y simplemente dije: “Hola”. Fue un momento en que sentí que renacía espiritualmente y sanaba físicamente. Al día siguiente, regresé a la escuela. 10 días después del accidente, y reanudé las seis clases que estaba tomando, y volví a la rutina de todos los días que tenía antes. Cuando regresé a la escuela todos mis amigos me miraban como si fuera una nueva persona. Comenzaron a hacerme bromas. Pero yo los corregía, asegurándome de que comprendieran que, aunque mi carácter había cambiado, mi individualidad como idea espiritual nunca había cambiado. Esa experiencia me ha ayudado a comprender más plenamente mi identidad espiritual.

Esta curación fue una maravillosa demostración no sólo para mí, sino también para mi familia y todos los que me conocían, porque pudieron ver el cambio tan grande que había tenido en mi vida. Antes de eso, me costaba mucho hacer amigos y relacionarme con la gente, pero ahora, veo la bondad inherente a cada uno. Realmente me vi a mí mismo y a los demás de manera diferente. Sentí tanta alegría y tanto bien a mi alrededor, que quise que estas cualidades formaran parte activa de mi vida.

Después de esa curación, he continuado esquiando todos los años, y el esquí sigue siendo mi deporte favorito. También estoy agradecido porque pude jugar durante dos años fútbol americano en la universidad, lo que me permitió superar temores de tener lesiones en la cabeza y músculos débiles. Tengo un profundo aprecio por el poder sanador del Cristo como lo enseña la Ciencia Cristiana.

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