Estuve conversando recientemente por correo electrónico con alguien que está profundizando su estudio de la Ciencia Cristiana y recibiendo renovadas vislumbres espirituales. Me pidió que compartiera con ella algunas ideas sobre cómo orar por sí misma al prepararse cada día.
Me agradó mucho que mi amiga me pidiera esto. Cristo Jesús nos insta a “velar […] y orar” (véase Lucas 21:36), y el hecho de seguir su ejemplo de tomarnos el tiempo de estar a solas para comunicarnos con Dios, ha sido muy útil para mí. Es posible que orar por nosotros parezca egoísta, cuando hay tanta gente y situaciones que necesitan de nuestras oraciones. Pero yo he descubierto que cuando comienzo mi día afirmando mi inseparable relación con Dios, obtengo una mejor comprensión de lo que implica esa relación, pues, con esta elevación de pensamiento estoy mejor capacitada para ayudarme no solo a mí misma, sino a aquellos que me llaman pidiéndome que ore por ellos.
En mi respuesta le expliqué que no hay fórmula para orar, pero compartí con ella algunas ideas generales acerca de cómo oro. Parecían muy sencillas, tal como reconocer nuestro propósito divino y el dominio que Dios nos ha dado.
El correo que recibí de respuesta me sorprendió. Mi amiga (que me dio el permiso de contar esto) rebosaba de alegría ante la perspectiva de poder comenzar cada día de esta manera. Ella escribió: “Siento como si me hubieras arrojado una bolsa llena de regalos de Navidad a mis pies. ¡Sensacional! Muchísimas gracias”.
De pronto me di cuenta de que hacía varias semanas que me levantaba temprano para orar por mí misma, pero con una falta total de inspiración; simplemente daba todos los pasos, como si orar fuera un requisito que simplemente tenía que cumplir en mi lista diaria de cosas por hacer. Si bien Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, hablaba a menudo de la importancia de que los Científicos Cristianos oraran por sí mismos a diario, e incluso señaló que era un requisito (véase Manual de la Iglesia, págs. 40–42), a veces puede parecer demasiado como una obligación, y pareciera que dejamos de sentir la alegría de reconocer cómo nos está bendiciendo Dios.
La sincera alegría que esta amiga expresó realmente me hizo tomar consciencia de lo maravilloso que es poder comenzar cada día reconociendo que Dios, el Espíritu, es Todo, que es bueno y está siempre presente, y defender mi pensamiento de aquello que pueda tentarnos a pensar de otra forma. Aunque algunas mañanas puede que me sienta más inspirada que otras, mis tempranas oraciones diarias se han vuelto mucho más vigorosas y nuevas.
¿Por qué no hemos de encontrar gran alegría en nuestras oraciones diarias? ¡Son el mejor regalo que nos podemos dar a nosotros mismos, y al mundo! Producen beneficios que superan por mucho lo que podríamos esperar, y preparan el pensamiento espiritualmente para responder a los desafíos que podamos enfrentar personalmente, o ver que la humanidad pueda estar enfrentando. Es reconfortante saber que podemos despertarnos cada mañana y esperar ver los frutos de nuestras oraciones en la curación espiritual, la cual es una segura “señal de Emanuel, o ‘Dios con nosotros’ ” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. xi).
Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 12 de diciembre de 2016.
¿Somos beneficiados mediante la oración? Sí, el deseo que parte hambriento de justicia es bendecido por nuestro Padre, y no vuelve a nosotros vacío.
Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 2
