Crecí cerca del mar en una región donde suele haber huracanes, de manera que me he preparado para soportar estas tormentas torrenciales muchísimas veces. Sin embargo, hay un huracán que recuerdo en especial porque un amigo y yo nos sentimos divinamente protegidos y guiados durante la tormenta, gracias a que nos apoyamos en la oración para confiar en Dios como la única presencia y poder. Tal como relata la Biblia, esta experiencia nos demostró que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1).
Estudiar la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, me ha ayudado a comprender el uso práctico de la oración. Estos dos libros son guías indispensables para maniobrar con éxito entre los desafíos de cada día. Nos señalan que cada uno de nosotros tiene una relación esencial y eterna con Dios. También hacen hincapié en el poder sanador, la protección y el cuidado de Dios para con Su creación.
Durante el huracán, los vientos tempestuosos hicieron que mi amigo y yo nos cuestionáramos si la casa podría resistir una tormenta tan fuerte sin sufrir ningún daño. Como medida de precaución, habíamos cubierto las ventanas y puertas con tablas, pero decidimos quedarnos afuera unos minutos para asegurarnos de que la casa no sería afectada por el huracán.
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