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Siempre protegida

Del número de junio de 2017 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace algunos años, una tarde lluviosa, iba de camino a una celebración familiar, pero antes, pase a recoger a una de mis cuñadas, para llevarla conmigo a esa celebración. Ella vive en una zona de la ciudad donde las calles tienen pequeñas zanjas que permiten que el agua de lluvia circule más fácilmente. Una de mis hijas conducía y al tratar de estacionar el auto, se acercó bastante a una de esas zanjas.  Me bajé precipitadamente para ver si la distancia entre las ruedas del carro y la zanja era apropiada, sin embargo caí al lado de la zanja.

No me fijé que la correa de mi cartera estaba enrollada en mi pié derecho, lo que provocó que cayera de inmediato y que mi cara pegara fuertemente contra el pavimento, sin tener siquiera el tiempo de apoyarme en mis brazos para evitarlo. Me levanté lo más rápido que pude y empecé a buscar apoyo en Dios. A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, he aprendido que Dios siempre está cerca, como una presencia amorosa que trae consuelo y sanación a cualquier situación humana. En el porche de la casa de mi cuñada, las personas me ofrecían hielo, agua y otras cosas más para mitigar el dolor. Yo me sentía agradecida por esto, sin embargo, sabía que la curación iba a venir de una fuente más alta: Dios. Empecé a buscar mensajes sanadores y aunque no recuerdo exactamente lo que me vino al pensamiento en ese momento, yo negaba que algo malo me hubiera pasado y a pesar del fuerte dolor, asistí a la celebración.

Estuve soportando el malestar durante todo el tiempo que estuvimos allí, pero afirmando al mismo tiempo todas las ideas buenas que llegaban a mi pensamiento. Tres horas más tarde, regresamos a nuestra casa donde busque en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, dos citas que siempre me han ayudado mucho: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13) y  “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”, de Ciencia y Salud (pág. 494). Sabía que la idea-Cristo estaba ahí conmigo, fortaleciéndome y amándome y que respondería a mi necesidad de curación y consuelo. Me dormí en paz, después de haber orado con estas citas.

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