Hace varios años, en una víspera de Navidad, sentía lástima de mí misma.
Acababa de terminar una relación amorosa y me sentía muy sola y sin amor. En aquel entonces era dueña de un salón de belleza, y muchos de nuestros clientes llegaban con regalos de flores y chocolates por las fiestas. Teniendo en cuenta lo mucho que me gusta el chocolate, siempre tenía la esperanza de que hubiera un obsequio para mí, pero en cada ocasión, los clientes le daban regalos a su estilista específica y nunca al salón en general. Aunque me parecía de alguna manera gracioso, esto también intensificó los sentimientos de no ser incluida y valorada.
Recurrí a la oración, lo que me llevó a centrarme en el amor: el amor que tenía por Dios, Cristo Jesús, la Navidad y, como Jesús enfatizó en su ministerio, mi “prójimo”. Me di cuenta de que realmente no podía ser excluida de todo el amor que se expresaba a mi alrededor. La Ciencia Cristiana trata acerca del amor puro de Dios que nos ama a cada uno de nosotros, y cómo reflejamos este amor. Había llegado a pensar que podía ser una bendición para otros, y el pensamiento egocéntrico de “¿qué hay para mí?” no encajaba con esa verdad.
En la página 1 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy dice: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios, una comprensión espiritual de Él, un amor abnegado”.
Podía esperar que el Amor se mostrara a sí mismo de maneras prácticas y a veces inesperadas.
¡No quería perder la oportunidad de expresar ese amor abnegado! Con el deseo de esparcir alegría, me vino la idea de visitar a mis vecinos en todas las otras tiendas del centro comercial para desearles Feliz Navidad o Felices Fiestas. De inmediato, empecé a sentirme mejor y me maravilló ver cómo en apenas unos minutos la pesadumbre mental cedió a la esperanza. De hecho, después de visitar la primera tienda, toda la tristeza había desaparecido por completo, y seguí adelante con alegría.
Uno de los negocios era una tienda de lámparas. Durante mucho tiempo había admirado una hermosa lámpara en la vidriera, aunque sentía que estaba fuera de mi alcance. Inmediatamente noté que la lámpara había desaparecido y me dijeron que la habían vendido. Sin embargo, con gratitud, esta noticia no hizo que disminuyera mi alegría, e incluso pude bromear con el propietario acerca de haber vendido “mi lámpara”.
Mi última parada fue en un centro médico ambulatorio, y después de un intercambio de saludos, cuando me daba vuelta para irme, me alertaron: “¿Te gustan los dulces?” Sorprendida por la pregunta, confirmé que sí, y entonces insistieron en que les quitase de las manos 15 cajas de chocolates, porque todos estaban a dieta. Me reí con asombro de este delicioso e inesperado giro de los acontecimientos, ¡y por supuesto que estuve feliz de compartir los dulces!
Sintiéndome llena de gratitud, más tarde esa noche fui a una celebración familiar de Navidad. Compartí esas cajas de chocolate, y entonces, ¿adivinen qué sucedió?, ¡al abrir un regalo de mi mamá encontré la hermosa lámpara de la vidriera de la tienda de mi vecino que durante tanto tiempo había admirado! Sin embargo, estaba muy consciente de que mi felicidad había sido restaurada antes de los amorosos obsequios de los dulces y la lámpara.
Había conseguido liberarme de una ley imaginaria que sugería que una persona o cosa es la fuente del amor. Dios es Amor inmutable; y me di cuenta de que podía esperar que este Amor se manifestara de maneras prácticas y a veces inesperadas. Nunca he olvidado el efecto sanador inmediato de corregir el pensamiento egocéntrico con el amor, y cómo la tristeza fue completamente eliminada por el simple acto de amar a mi prójimo.