Hace varios años, en una víspera de Navidad, sentía lástima de mí misma.
Acababa de terminar una relación amorosa y me sentía muy sola y sin amor. En aquel entonces era dueña de un salón de belleza, y muchos de nuestros clientes llegaban con regalos de flores y chocolates por las fiestas. Teniendo en cuenta lo mucho que me gusta el chocolate, siempre tenía la esperanza de que hubiera un obsequio para mí, pero en cada ocasión, los clientes le daban regalos a su estilista específica y nunca al salón en general. Aunque me parecía de alguna manera gracioso, esto también intensificó los sentimientos de no ser incluida y valorada.
Recurrí a la oración, lo que me llevó a centrarme en el amor: el amor que tenía por Dios, Cristo Jesús, la Navidad y, como Jesús enfatizó en su ministerio, mi “prójimo”. Me di cuenta de que realmente no podía ser excluida de todo el amor que se expresaba a mi alrededor. La Ciencia Cristiana trata acerca del amor puro de Dios que nos ama a cada uno de nosotros, y cómo reflejamos este amor. Había llegado a pensar que podía ser una bendición para otros, y el pensamiento egocéntrico de “¿qué hay para mí?” no encajaba con esa verdad.
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