Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Vivir nuestras oraciones

Del número de diciembre de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 8 de octubre de 2018 como original para la Web.


Algunos piensan que orar consiste en recitar oraciones específicas. Pero otros también lo ven como el esfuerzo constante de experimentar a Dios sin importar lo que estemos haciendo.

Esa pequeña distinción en la perspectiva aporta un elemento transformador sumamente poderoso a la oración. Cuando consideramos la oración como una experiencia tangible, en vez de simplemente una repetición de palabras, nos damos cuenta de cuán profunda y sanadora puede ser. La oración que se origina en la comprensión espiritual del mensaje inspirado de Dios, que se siente y se honra, realmente ayuda y sana. Cristo Jesús comprendió esto y amorosamente instruyó a sus seguidores: “Al orar, no uséis repeticiones sin sentido” (Mateo 6:7, La Biblia de las Américas).

Las palabras, ya sea que se digan en voz alta o mentalmente, sin duda pueden ser un buen punto de partida para la oración. Sin embargo, no necesitamos dejar de orar una vez que llegamos al final de la frase. Siempre podemos ahondar más con el anhelo de sentir y amar el significado detrás de las palabras, y después darles vida por medio de nuestras acciones. La Biblia describe este enfoque de forma maravillosa: “Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida” (Gálatas 5:25, Nueva Traducción Viviente).

¿Cómo hacemos esto? Si alguna vez has tomado una lección sobre deportes o algún otro tipo de propósito, sabes lo que se siente al escuchar las palabras e indicaciones del entrenador. Entonces tienes que considerar esas palabras por un momento y realmente pensar acerca de lo que significan verdaderamente. A continuación, debes dejar de lado, o abandonar, lo que habías estado pensando y haciendo anteriormente, y efectuar un cambio en tu método y movimientos. Tienes que poner las palabras en práctica hasta que se transformen en algo natural. En una ocasión un músico me dijo: “Mi interpretación no mejora de ninguna forma si me siento al piano y simplemente miro las teclas. Lo que es importante es la práctica diaria. Cuando toco algo mal, trabajo para corregirlo. Si es necesario, voy a ver a mi profesor de música y le pido que me guíe y me diga cómo hacerlo correctamente”.

Responder al entrenamiento divino, por así decirlo, funciona de manera similar. Dios, el Espíritu divino, nos está comunicando Su amor a cada uno de nosotros en todo momento. La pregunta es la siguiente: ¿estamos prestando atención a la guía de Dios y permitiendo que nos conduzca? “La tenemos sólo en la medida en que la vivamos”, aconseja Mary Baker Eddy, al referirse a la Ciencia divina en su libro La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea (pág. 126). “Vivirla” es sumergirnos en una verdad inspirada, no solo intelectual, escolástica o mecánicamente, sino con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón. Es permitir que esa verdad guíe todo lo que decimos y sentimos. Es permitir que influya en nuestra actitud y punto de vista. Por ser la creación espiritual de Dios, la cual es nuestra identidad verdadera como Su reflejo, es natural para nosotros hacerlo, y luego ver cómo marca una diferencia en nuestra experiencia. 

Podemos recurrir a Dios, la Verdad divina, para que nos enseñe y nos muestre el camino correcto.

He aquí un ejemplo. Un día, recordé a alguien de mi pasado. No había pensado en él por mucho tiempo, pero me di cuenta de que era una persona contra quien todavía tenía resentimiento. Que esto saliera a la superficie me sorprendió porque realmente pensaba que no tenía ningún rencor.

A medida que oraba por esto, llegué a comprender que tenía que amar y perdonar a ese hombre, pero era difícil. Entonces, en mi corazón, sentí que escuchaba a Dios decir: “Simplemente contempla cómo amo Yo a esa persona”.

¡Vaya! Esa idea fue muy útil. Dios nos conoce como realmente somos, espirituales y buenos, y Su amor poderoso disuelve el resentimiento y cualquier otra cosa que impediría nuestro progreso. Me di cuenta de que ahora tenía la oportunidad de obtener un enfoque más pleno de la oración y realmente experimentar algo del amor de Dios por esa persona.

Durante las siguientes dos semanas, con frecuencia hacía una pausa durante el día simplemente para contemplar el profundo y constante amor de Dios por ese individuo. A la segunda semana, ocurrió algo maravilloso. ¡Yo también empecé a sentir un amor espiritual por esa persona! ¡Qué bendición en todo sentido! Finalmente sané; el resentimiento se evaporó.

Cada día, todos tenemos oportunidades de “predicar con el ejemplo”, de manera que nuestras vidas ilustren lo que estamos profesando cuando oramos. Me gusta pensar que la vida es una especie de aula grande donde podemos aplicar las lecciones espirituales que estamos aprendiendo, aun cuando sea duro, y realmente esforzarnos por vivir lo que es verdadero y correcto. A menudo puede que parezcan ser las mismas lecciones, en formas diferentes y bajo diversas circunstancias. Cada vez podemos descubrir más profundamente la inspiración que trae soluciones y crecimiento. En el libro We Knew Mary Baker Eddy hay un relato de cuando la Sra. Eddy alentó al personal de su casa en un momento en que el trabajo de oración que realizaban no parecía ser eficaz. Ella al parecer dijo algo así: “Nunca se desalienten, queridos míos. Esta labor no es rutina, es crecimiento. Es repetir y vencer, repetir y vencer, repetir y vencer” (Expanded Edition, Volume I, p. 263).

Podemos recurrir a Dios, la Verdad divina, para que nos enseñe y nos muestre el camino correcto. No se trata de la descuidada repetición de palabras o de hacer buenas obras mecánicamente, sino de desear aprender más acerca de Dios y acerca de nuestra verdadera naturaleza y, sí, de seguir “la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida”. Es percibir que ese camino es la respuesta a la oración, y luego, por medio de nuestros pensamientos y acciones, dar nuestros primeros pasos avanzando por él.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / diciembre de 2018

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.