Yo era como esos chicos que quieren estar siempre afuera de la casa. Ya sabes, siempre le decía a mi mamá: “Por fa, ¡cinco minutos más!” Y de alguna forma, una hora más tarde, no me podían encontrar por ninguna parte. Ya fuera que estuviera jugando deportes, corriendo alrededor o haciendo castillos de nieve, quería estar afuera tanto como fuera posible. Aunque nos mudábamos con frecuencia, siempre había sido muy activo.
En 2010, nos mudamos a Atlanta. Fue un cambio drástico de los suburbios de Dakota del Sur, pero ellos tenían algo que me gustaba mucho: la liga de fútbol. A medida que fui mejorando mi juego durante quinto y sexto grados, me di cuenta de que tenía mucho talento para ser arquero, y trabajaba intensamente todos los días para ser un mejor jugador.
Durante un juego difícil en particular, en el que hubo muchos tiros al arco, me lesioné al lanzarme para bloquear una pelota y golpearme la rodilla contra el costado del arco. Me ayudaron a salir de la cancha, pero apenas podía caminar. Así que mi entrenador me sugirió que fuera al hospital para estar seguros de que todo estaba bien. En el hospital me diagnosticaron una enfermedad que produce la constante inflamación de las rodillas, y me dijeron que no debía practicar deportes o estar activo, hasta que supuestamente “lo superara” después del bachillerato. Los doctores me dijeron que si trataba de ser activo, mis rodillas se inflamarían y tendría muchos dolores.
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