¿Acaso no nos hemos preguntado todos, en algún momento, quiénes somos y cuál es nuestro propósito en la vida? Es importante responder a estos interrogantes, no solo por nosotros mismos, sino para traer curación al mundo de hoy.
Al orar para saber cuál es mi propósito, un mensaje que me ha ayudado en mi propia vida ha sido la idea de que nuestra tarea es bendecir a los demás. Al principio, no me resultó fácil comprender esto. Tenía veinte y tantos años, y vivía en una pequeña ciudad con mis padres, tras enfrentar algunos desafíos. Estaba buscando un nuevo trabajo, así como un nuevo sentido de propósito.
Después de varios meses de tener un tropiezo tras otro, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Ella me dijo: “La tarea del hombre es bendecir a los demás. Querida, piensa en esto, y oraré por ti”.
Al principio, no hice caso a sus indicaciones, pensando que ella no entendía lo que me pasaba. Estaba desesperada por progresar en mi vida. La llamé varias veces a lo largo de dos semanas, y en cada oportunidad ella con mucho afecto, pero con firmeza, me explicó que mi trabajo era bendecir. Yo continué rechazando esa idea.
Por ser la expresión del Amor, cada uno de nosotros es indispensable. ¡Nuestro propósito único y satisfactorio es bendecir a otros!
Finalmente, le dije que ella no entendía lo que estaba ocurriendo; que yo necesitaba un trabajo. A lo que ella respondió: “No, querida. Tú no comprendes. El trabajo del hombre es bendecir a los demás. Ahora, tú tienes que pensar acerca de este hecho espiritual, y yo oraré por ti”.
Sumamente frustrada, empecé a caminar de un lado a otro de mi habitación, pero esta vez estaba realmente pensando en lo que ella me había dicho. En medio de todo el ruido que tenía en la cabeza, me vino un pensamiento silencioso: “Bueno, si mi propósito es bendecir a otros, debería ser capaz de bendecir a alguien ahora mismo”. Decidí que al menos podía ayudar a mis padres, que estaban en el trabajo, pasando la aspiradora en la casa. Mientras lo hacía, pensé en todas las cosas que había estado leyendo en la Biblia.
Cristo Jesús enseñó que el reino de los cielos “está cerca” (Mateo 10:7, NVI), y que Dios tiene infinitas oportunidades disponibles para nosotros. Mediante su obra sanadora, Jesús se abrió paso por todo tipo de limitaciones, demostrando que todos nosotros somos capaces de sanar y de hacer una buena obra.
Mi estudio de la Biblia también me demostró que Dios es Espíritu, y es el afectuoso Padre y Madre de todos. Dios, el Amor, nos hizo y nuestro propósito es bendecir a los demás y expresar nuestra bondad inherente con cualidades tales como bondad, inteligencia y creatividad.
Al plantear la antiquísima pregunta “¿Qué soy yo?”, Mary Baker Eddy lo hace de este modo: “Yo soy capaz de impartir verdad, salud y felicidad, y ésta es mi roca de salvación y la razón de mi existencia” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 165).
Para cuando terminé de pasar la aspiradora por toda la casa, me sentía totalmente tranquila y en paz. La oración de la practicista había despertado mi sentido espiritual, lo cual cambió mi pensamiento de un sentido de obstinación, a un propósito más elevado y altruista. Aquella noche, inesperadamente, me llamó una amiga para decirme que me acababa de recomendar a una compañía que finalmente me contrató.
Todos aquellos que anhelan encontrar un propósito en la vida pueden tener ese cambio positivo de pensamiento. Dios no solo nos ha concebido con talentos individuales e inspirados intereses en nuestros corazones, sino que también nos abre el camino para que seamos productivos y útiles. Por ser la expresión del Amor, cada uno de nosotros es indispensable. ¡Nuestro propósito único y satisfactorio es bendecir a otros!
