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Original Web

Sana de dolor intenso

Del número de marzo de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de enero de 2018 como original para la Web.


Un día, empecé a sentir un dolor muy fuerte. No lograba encontrar alivio alguno. No fui criado en la Ciencia Cristiana, y antes de conocerla, acostumbraba a hacer mucha oración de petición, en el sentido de que casi le suplicaba a Dios que me ayudara. En esta ocasión, al tratar de liberarme del dolor, noté que volvía a esa forma de orar. Decía: “Dios, por favor, líbrame de este dolor; ¿qué debo hacer? ¿qué hice mal? ¡Por favor, ayúdame!”.

Mi esposa, que es practicista de la Ciencia Cristiana y no sabía de la dificultad que yo estaba enfrentando, me llamó al trabajo y me preguntó si quería salir con ella a caminar. Como no lograba concentrarme en el trabajo en mi oficina y en las reuniones, pensé: “Puedo intentarlo. No va a ser divertido o fácil, pero puede ayudarme a sacar de mi pensamiento esta molestia”.

Después de caminar durante unos diez minutos, mi esposa se dio cuenta de que me sentía incómodo; es posible que me haya escuchado gemir. Se volvió a mí y me dijo: “Recuerda que no oras para arreglar algo. Eso sería como admitir que estás hecho de materia y estás tratando de arreglar la materia. Tú eres realmente espiritual, y estás orando para ver lo que ya está allí presente: tu perfección como imagen de Dios, que jamás ha sido tocada y jamás ha cambiado”.

En ese momento todo pareció calmarse, y yo instantáneamente pensé en un versículo de la Biblia, Génesis 3:11 (Nueva Versión Internacional), que comienza cuando Dios pregunta: “¿Quién te ha dicho?” Esto me recordó cuando yo era más joven y los médicos y mis padres me dijeron que cierta actividad me estaba provocando una condición médica en particular. Me mostraron los rayos X como prueba de que la condición era real. La dificultad que estaba enfrentando ahora estaba relacionada con ese diagnóstico, aunque nunca antes se había manifestado de forma tan aguda. Pero esta vez me sentí impulsado a entender con claridad que lo que el médico y mis padres me habían dicho en esa oportunidad no era verdad espiritualmente en aquel entonces, y no era verdad ahora.

Me escuché decir: “¿Quién les dijo a ellos que tenía este supuesto problema?”. Rápidamente respondí: “Dios no lo hizo, ¡así que yo sé que no es verdad! El hijo de Dios es perfecto, y el mal no lo ha tocado”. Como leemos en Génesis: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (1:31).

La inspiración no se detuvo allí. Lo que vino a continuación fueron fragmentos de algunas declaraciones de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Una de ellas dice así: “Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía (pág. 495).

Y otro pasaje de Ciencia y Salud dice: “Sé el portero a la puerta del pensamiento. Admitiendo solo las conclusiones que deseas que se realicen en resultados corporales, te controlarás armoniosamente a ti mismo” (pág. 392).

Todo esto pareció venir a mi pensamiento a la velocidad de la luz, ¡instantáneamente! Como mencioné antes, todo había parecido calmarse durante ese período de tiempo, pero mi atención fue atraída nuevamente hacia mi esposa, que continuaba hablando. Ella empezó a compartir conmigo otras declaraciones de la verdad espiritual, y yo dije: “Está bien, querida. Ya se ha resuelto todo. Gracias”. En segundos el dolor desapareció y nunca regresó. ¿Por qué habría de hacerlo, si en primer lugar, nunca había sido verdad acerca de mí? Continuamos nuestra caminata de cinco kilómetros, disfrutando de los hermosos colores del otoño.

Fue un maravilloso llamado de atención para mí; un recordatorio de que la oración en la Ciencia Cristiana no consiste en arreglar o cambiar una condición de la materia, puesto que Dios nos hizo y nos mantiene porque somos Su perfecta imagen y semejanza espiritual. Se trata de tomar consciencia de esta verdad. Mediante la evidencia visual, el dolor físico y un punto de vista material falso, la tal llamada condición con la que estaba lidiando trataba de convencerme de que esta era la verdad acerca de mí, y que aceptara la creencia falsa de que era la voluntad de Dios que yo sufriera. Estoy muy contento de que Dios me dijo lo que era verdad y aclaró las cosas. No existe poder más grande que Dios. Él es enteramente bueno, y Su voluntad para con nosotros es buena. Él creó al hombre perfecto. Esa es la forma en que siempre ha sido y siempre será.

Estoy muy agradecido a mi esposa y al apoyo que me brindó con la oración, a todos los practicistas de la Ciencia Cristiana y, por supuesto, a la Ciencia Cristiana misma.

Roger Wichlacz
Des Moines, Iowa, EE.UU.

Cuando leí el testimonio escrito de Roger, ¡nos reímos mucho juntos! Me hizo pensar con cuánta frecuencia puedo sentirme tentada a decir más de lo necesario, aunque con la mejor intención. Me recordó un pasaje de Ciencia y Salud que me ha ayudado en muchas ocasiones en mi práctica pública de la Ciencia Cristiana: “Al igual que el gran Ejemplo, el sanador debiera hablar a la enfermedad como quien tiene autoridad sobre ella, dejando que el Alma domine las falsas evidencias de los sentidos corporales e imponga sus reivindicaciones sobre la mortalidad y la enfermedad” (pág. 395). El Alma ciertamente hizo valer sus derechos y subyugó el informe falso.

Laura Wichlacz

La materia y sus efectos –el pecado, la enfermedad y la muerte– son estados de la mente mortal que accionan, reaccionan y luego se detienen. No son realidades de la Mente. No son ideas, sino ilusiones. El Principio es absoluto. No admite ningún error, sino que se basa en la comprensión. 

Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 283

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