En una ocasión, estaba luchando con una enfermedad, y el practicista de la Ciencia Cristiana que estaba orando por mí, me dijo: “Vivimos en la atmósfera del Amor divino. Esta atmósfera es pura, ¡y tú también!” Yo nunca había pensado mucho en la pureza. Muy pronto sané de la dolencia, pero quería aprender más acerca de la pureza. Lo que encontré fue impresionante.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana dice: “…la piedra angular de toda construcción espiritual es la pureza” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 241). Ella no dijo que la piedra angular de algunas construcciones espirituales es la pureza. Ella dijo toda construcción espiritual. La Biblia dice en Mateo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (5:8). Esto ciertamente me parece fundamental.
¿Cómo puede cualquiera de nosotros crecer espiritualmente sin “ver” o comprender a Dios? Necesitamos “ver” y comprender a Dios porque somos realmente Su imagen y semejanza. No hay otra forma de comprendernos a nosotros mismos. Entonces, comprender que Dios es el bien puro y el hombre es Su reflejo puro, debe ser el punto de partida para “construir” una vida auténtica; para experimentar aquí y ahora el reino de Dios que Cristo Jesús dijo está dentro de nosotros.
Pero ¿qué es para nosotros la pureza? Un diccionario ofrece estas definiciones: “libre de todo aquello que deteriora, contamina, corrompe, etc.; libre de culpa o mal; inocencia”. Puesto que Dios es puro, es ciertamente un alivio saber que, en verdad, nosotros por ser Sus hijos ahora mismo y para siempre reflejamos pureza y estamos libres del mal. Pero para comprender esto profundamente, tenemos que darnos cuenta de que es natural que demostremos la bondad pura de Dios en nuestra vida diaria.
La Sra. Eddy escribió que “en proporción a su pureza es perfecto el hombre; …” (Ciencia y Salud, pág. 337). Y Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Estos son mandatos para vivir nuestra pureza espiritual eterna —es decir que, por ser la imagen de Dios, somos espirituales, puros y perfectos en todo sentido— en la manera como pensamos, sentimos y actuamos.
Una forma de purificar nuestro pensamiento es hacer lo que nos enseña la Sra. Eddy: “La manera de extraer el error de la mente mortal es verter la verdad mediante inundaciones de Amor. La perfección cristiana no se logra sobre ninguna otra base” (Ciencia y Salud, pág. 201). A mí me gusta verter la verdad leyendo Ciencia y Salud, Escritos Misceláneos 1883–1896 (también por la Sra. Eddy), y el Himnario de la Ciencia Cristiana, una y otra vez; unas pocas páginas todas las noches antes de irme a dormir. Y reflexionar sobre la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana cada mañana, hace que comience el día con verdades que también purifican la consciencia. Eliminan los pensamientos materiales, superficiales y abstraídos en sí mismos que tienden a contaminar nuestra forma de pensar.
Llenar nuestra consciencia con los pensamientos puros que provienen de Dios, nos ayuda a expresar esa pureza. Pablo dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
Durante todo el día podemos tomar la consciente decisión de pensar en estas cosas. Esto no consiste simplemente en tratar de mantener un punto de vista positivo acerca del mundo. Se trata de reconocer la omnipotencia y omnipresencia de Dios, el bien, para elevarnos a la alegría espiritual que refleja a la Mente divina. Reconocer que Dios nos conoce a todos porque somos Su reflejo puro, nos bendice a nosotros y a todos aquellos en los que pensamos. Es una alegría saber que solo Dios nos gobierna a cada uno de nosotros.
A medida que comprendemos que ahora somos los hijos de Dios, nuestras acciones reflejan esta pureza. Cuando abrimos nuestro pensamiento a todo lo que Dios es —viendo que la creación es completamente espiritual y refleja a Dios— comenzamos a seguir los pasos de Jesús y a demostrar “la religión pura… sin mácula delante de Dios el Padre” (Santiago 1:27).
Cuando Cristo Jesús se encontraba con gente que necesitaba curación, comida o cualquier otra cosa, él simplemente rechazaba el cuadro material de limitación; su pensamiento puro reflejaba la luz y el amor de Dios. La gente —leprosos, un hombre demente, una hambrienta multitud de cinco mil personas, pescadores con redes vacías, y muchos más— sintieron el toque del Cristo sanador. Todas estas necesidades fueron respondidas porque Jesús mantenía sus acciones y sus pensamientos puros, en constante relación con el Amor divino. Él sabía que Dios era su Padre y el Padre de toda la creación, incluso cada uno de nosotros. Él sabía que las apariencias materiales son falsas porque Dios es verdaderamente el único creador. Él sabía que el reino de los cielos está siempre a mano. Conocer y vivir esta creación verdadera es pureza.
La Ciencia Cristiana enseña cómo emular el ejemplo de pureza de Cristo Jesús, como dice el sexto artículo de fe, que incluye la promesa de “velar, y orar para que haya en nosotros aquella Mente que hubo también en Cristo Jesús” (Ciencia y Salud, pág. 497). Pero uno no puede vigilar y orar tan solo ocasionalmente. Es necesario vigilar constantemente lo que permitimos que entre en nuestra consciencia, para rechazar lo falso y aceptar lo que es espiritualmente verdadero.
Tenemos que estar alertas para que no nos distraigan cosas como son las noticias sensacionalistas, los chismes o el entretenimiento que envuelve violencia y sensualismo. Necesitamos siempre optar por reconocer el reino puro de Dios que está a nuestro alcance. Cuando cedemos a la Mente de Cristo, estamos preparados para actuar, para ayudar a nuestro prójimo cuando surge la necesidad.
Un ejemplo de esto ocurrió cuando recién comenzaba a estudiar y practicar la Ciencia Cristiana. Nuestro pequeño hijo de pronto comenzó a quejarse de que le dolía el oído. Me senté junto a su cama y pensé en Dios. Me vino la idea de que Dios es, o bien, Todo-en-todo, o no lo es. Si no lo es, entonces todo caos y mal son posibles. De modo que, opté por confiar en esa verdad de que Dios es infinito y llena todo el espacio. Una idea simple y pura.
En cuestión de minutos, nuestro hijo saltó de la cama y se fue corriendo a jugar, sano. No volvió a mencionar el dolor de oídos. Me sentí muy agradecida por la inmediata curación, pero aún más agradecida por el pensamiento simple y puro de Dios que se transformó en la piedra angular de mi construcción espiritual.
El Amor divino está fluyendo en la consciencia humana a cada momento; y a medida que abrimos nuestros corazones y mente, este Amor lava y quita las amortiguadas creencias materiales, y da lugar al “río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que [sale] del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis 22:1). Abrir nuestro pensamiento a esta “agua” de vida pura como el cristal —las ideas de Dios— mantiene nuestra consciencia limpia y nuestras acciones a semejanza del Cristo.
Paso a paso y día a día, podemos demostrar más de la perfección a semejanza del Cristo y “construir”, sobre esta piedra angular de pureza, una vida que es una bendición abundante para nosotros mismos y para nuestros semejantes. Moraremos con alegría aquí mismo en la tierra, en la “casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Corintios 5:1).
