A veces me he dejado llevar, albergando pensamientos negativos y excluyentes hacia algunas personas, incluso en la iglesia. Y esas opiniones han venido cuando realmente no las conocía bien. Sin embargo, he estado orando para abandonar la manera de pensar limitada y llena de prejuicios, y en cambio aceptar e incluir a todos más plenamente.
Toma como ejemplo la edad. No es nada nuevo. Siempre ha existido y aún existe la tendencia a mantenerse estrechamente dentro del grupo de gente de tu misma edad, incluso en la iglesia. Esto puede hacernos tener una actitud fría hacia otras generaciones que no son la nuestra, y hasta la propensión a evitarlas o a adoptar un tipo de pensamiento distante.
En los últimos dos años he prestado especial atención a las páginas 244-249 del libro de Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. El último párrafo de la página 244, bajo el título marginal, “El hombre no es producto de la evolución” dice: “El hombre en la Ciencia no es ni joven ni viejo”. Esto es una verdad espiritual; ¡y es tan maravillosa y clara! Ciencia y Salud me ha ayudado a comprender con más claridad y más profundamente, que al creer que el hombre es un montón de mortales jóvenes y viejos que andan por ahí, estoy aceptando como cierto el falso concepto del hombre —el aspecto corpóreo— que es tan solo una falsificación del hombre real, completo y sin edad; el hombre a semejanza del Cristo que es tu individualidad y la mía, ahora y siempre.
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