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Original Web

El reino de los cielos, aquí y ahora

Del número de agosto de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 28 de junio de 2018 como original para la Web.


Hace siglos que la humanidad se esfuerza por descubrir qué es real, perdurable e importante en la vida. Esto ha requerido mucho examen de conciencia y a veces buscar en todos los lugares equivocados.

A pesar de los desafíos, todos pueden tener la certeza de que la satisfacción y la ecuanimidad son posibles porque hay un modelo perfecto a seguir, Cristo Jesús, que experimentó y enseñó exactamente qué constituye una vida real, perdurable y significativa. Y enunció claramente una oración llamada el Padre Nuestro, en la cual señala que esa misma realidad está al alcance de todos nosotros: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Esto indica que la paz interior, que viene al conocer a Dios, puede experimentarse aquí y ahora. Lo cual lleva a preguntar: ¿Qué tenemos que conocer o hacer para experimentar este estado de la existencia?

Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, ofrece discernimiento espiritual acerca de esta realidad y nuestra verdadera naturaleza. Al citar las Escrituras, ella dice: “En el Evangelio de Juan, se declara que todas las cosas fueron hechas por el Verbo de Dios, ‘y sin Él [el logos,o verbo] nada de lo que ha sido hecho, fue hecho’. Todo lo bueno o digno, lo hizo Dios. Lo que carece de valor o es nocivo, Él no lo hizo, de ahí su irrealidad. En la Ciencia del Génesis leemos que Él vio todo lo que había hecho, ‘y he aquí que era bueno en gran manera’” (pág. 525). Esto indica que la creación de Dios (que nos incluye a todos nosotros) siempre ha sido y siempre ha permanecido buena, y Ciencia y Salud explica que es espiritual y eterna, porque Dios es Espíritu y eterno. Puesto que vivimos en Dios y expresamos a Dios, nosotros tampoco podemos ser mortales limitados, imperfectos y temerosos.

Al principio, estas ideas podrían ser difíciles de entender y parecer contrarias a nuestras experiencias, pero en la Biblia está la promesa de que, si hacemos Su voluntad y buscamos la verdad, la encontraremos. No obstante, la clave es anhelar y esforzarse, porque la iluminación requiere que procuremos lograrlo. Mediante la oración, el estudio y la aplicación dedicada de las Escrituras —y por medio del estudio de la explicación que la Sra. Eddy hace de la Biblia— poco a poco, la realidad basada en las verdades espirituales tiene más sentido, se comprende mejor, y se manifiesta cada vez más en nuestra vida diaria. El fruto de nuestro esfuerzo es la creciente comprensión de que Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente. Comprendemos que no tenemos que estar sujetos a los hábitos o caprichos del mundo; en cambio tomamos consciencia de la bondad y el amor de Dios, y hallamos que las necesidades son respondidas, que se producen curaciones y se encuentra paz; evidencias todas ellas de que el cielo está presente aquí y ahora.

El fruto de nuestro esfuerzo es la creciente comprensión de que Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente.

Hace más de dos años tuve la necesidad de aplicar estas verdades para superar un desafío físico. Durante varias semanas, noté que la visión de un ojo se estaba volviendo cada vez más borrosa, y veía doble. Cubrí ese ojo para ver claramente, para leer o ver televisión. Evitaba mirar el ojo porque estaba orando para verme como la hija espiritual y perfecta de Dios, y sabía que, por el contrario, mirar la evidencia material a propósito no ayudaría. Pero un día sin darme cuenta noté que el ojo no parecía normal. Cuando me resultó difícil manejar, me di cuenta de que debía adoptar una posición firme y mantener lo que sabía que era verdad de mí misma por ser la semejanza de Dios. Tenía que declarar con firmeza mi identidad y unidad espiritual con Dios, y no aceptar una opinión falsa e imperfecta de mí misma. También llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me diera tratamiento por medio de la oración, así como inspiración.

Este pasaje del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, fue útil: “La vista, el oído, todos los sentidos espirituales del hombre, son eternos. No pueden perderse. Su realidad e inmortalidad están en el Espíritu y en la comprensión, no en la materia, de ahí su permanencia” (pág. 486). Pensé en las personas sanadas de ceguera cuando Cristo Jesús afirmaba su naturaleza y perfección espirituales porque eran los amados hijos de Dios. Comprendí que, dado que mi existencia verdadera es la semejanza de Dios y está realmente en Dios, yo en verdad solo puedo ver lo que Él ve: a toda Su creación perfecta y verdadera. En dos días, ya no tuve que cubrirme el ojo para ver claramente, la visión doble desapareció, y mi ojo tenía una apariencia normal. Como Dios jamás pierde claridad, tampoco podía yo perderla y, por lo tanto, se manifestó un poco del cielo en la tierra, lo que es espiritualmente verdadero.

Nuestra percepción de la vida cambia cuando vemos a través de los ojos de Dios, cuando vemos la perfección que Él está constantemente mostrándonos. Al enfrentar desafíos a nivel personal o mundial, sabemos que, como no pueden afectar adversamente a Dios, no pueden ser verdad o afectar adversamente a nadie; hablando espiritualmente, permanecemos inalterados. Podemos encontrar mucho aliento en la verdad al orar por nosotros mismos y por otros. Cuando afirmamos que nuestra existencia se encuentra en verdad en el Espíritu, vemos que la discordancia es una ilusión y ya no nos enojamos o preocupamos tanto. Nos damos cuenta de que es la naturaleza de Dios mantener siempre nuestro bienestar; el temor es reemplazado por la confianza, el confort y la calma.

Realmente, hay mucho más respecto a la vida de lo que parece. Hay una realidad que existió mucho antes de que se registrara la Biblia; el eterno reino de los cielos que Jesús vio, enseñó y demostró con tanta claridad por medio de su comprensión de la Verdad divina. Cuanto más entendamos la Verdad y vivamos conforme a ella, tanto más obvio será que debemos rechazar las creencias falsas que alguna vez parecieron tan reales, a fin de demostrar que la ecuanimidad y la unidad con Dios es el estado natural y constante de nuestra existencia.

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