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Original Web

Segura en la “zona de confort” del Amor divino

Del número de agosto de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de junio de 2018 como original para la Web.


¿Cómo podemos tener la certeza de que estamos seguros? ¿Permaneciendo en lugares conocidos con nuestra familia y amigos de confianza, o en nuestra propia ciudad o país? ¿Acaso está presente el cuidado de Dios para aquellos cuyas circunstancias no incluyen a una familia, un gobierno estable o el imperio de la ley? ¿Podemos realmente confiar en que Dios abrirá nuestros ojos para percibir Su presencia aun cuando estemos fuera de nuestra “zona de confort”?

Es posible descubrir más acerca del cuidado omnipresente de Dios, aunque las circunstancias nos separen de lo que ha sido nuestro más querido sentido de hogar y seguridad.

Un mensaje importante de la Biblia es que Dios cuida de toda la creación, incluso en las situaciones más difíciles. En el libro de los Hechos, el Apóstol Pablo y otros prisioneros estaban lejos de su casa y de todo confort cuando se encontraban cautivos en un barco, soportando varios días de tormentas en el mar. Pablo habló con los que estaban en la nave sobre la confianza que él tenía en el cuidado de Dios: “Ahora los exhorto a cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida; solo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, y me dijo: ‘No tengas miedo, Pablo,… Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo’” (Hechos 27:22–24, Nueva Versión Internacional). 

¿Podemos realmente confiar en que Dios abrirá nuestros ojos para percibir Su presencia?

Los prisioneros apenas habían escapado de ser ejecutados a bordo y de ahogarse en el mar, cuando el barco encalló, y la nave fue seriamente dañada. Una parte de la historia que se conoce poco es que cuando llegaron a tierra seca, las personas que habitaban la isla los “trataron con toda clase de atenciones. Encendieron una fogata y [los] invitaron a [acercarse], porque estaba lloviendo y hacía frío.” (Hechos 28:2, NVI).

Pablo y los otros viajeros experimentaron guía, protección y un lugar seguro al recurrir a Dios en oración en circunstancias que estaban claramente fuera de lo que razonablemente se consideraría una “zona de confort”.

Como muchos de nosotros, es muy probable que hayan tenido que lidiar con pensamientos de temor y preocupación por su seguridad cuando se vieron en un ambiente desconocido. Sin embargo, la fe que Pablo tenía en la bondad de Dios ayudó a asegurarles que podían ser guiados y estar a salvo, y la bienvenida y la atención que los isleños les brindaron fueron una prueba más de la presencia de Dios.

Hace unos años, tuve la oportunidad de sentir la protección y el cuidado de Dios en lo que en principio pareció ser una situación amenazadora.

Una mañana temprano, iba manejando para servir como voluntaria en un proyecto en un campamento de verano para jóvenes. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, siento que es muy útil empezar el día estudiando la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana. El mensaje inspirador del audio de la Lección Bíblica me acompañó durante el trayecto, brindándome un mensaje reconfortante de la presencia de Dios en mis viajes.

Después de unas pocas horas de manejar, me detuve en un restaurante de comida rápida para comer algo. El restaurante estaba vacío, excepto por mí y unos pocos empleados detrás del mostrador. Muy pronto después de hacer mi pedido, un grupo de jóvenes muy ruidosos, que parecían estar bajo la influencia del alcohol, entró en el restaurante. Sus palabras y actitud parecían dar la idea de que “nosotros estamos a cargo aquí, y vamos a hacer lo que queramos”. Me di cuenta de que los empleados detrás del mostrador tenían miedo, y empecé a orar.

La Lección Bíblica que había estado escuchando en el auto me había hecho sentir el amor y la bondad de Dios, y afirmé que la protección y el cuidado prácticos de Dios estaban presentes en el restaurante. Cuando el Salmista se vio enfrentado con un peligro inminente, él dijo con firmeza que viviría para declarar el cuidado que Dios le brindaba, y escribió: “No moriré, sino que viviré, y contaré las obras del Señor” (Salmos 118:17, La Biblia de las Américas). Los jóvenes que parecían tan amenazadores cuando entraron en el restaurante, eran, de hecho, los hijos amados y amorosos de Dios.

Continué orando y tomando consciencia de que el amor de Dios llenaba el restaurante, y que el bien de Dios y la inocencia espiritual del hombre eran la verdadera naturaleza de todos los presentes. Me sentí en paz. Muy pronto, uno de los jóvenes se me acercó y dijo: “Quiero disculparme por todo el ruido. Acabamos de terminar nuestro turno de noche en la fábrica. Y no nos estamos comportando muy bien”. Le pregunté qué carrera le gustaría seguir, si pudiera hacer cualquier cosa que él quisiera. Muy pronto los otros hombres se reunieron y empezaron a participar en una animada conversación sobre las esperanzas y los sueños. La atmósfera que antes había sido muy tensa fue totalmente reemplazada por un alegre ambiente de camaradería.

Los alenté a que hicieran algo que yo había hecho: orar a Dios en busca de dirección para encontrar el propósito que Dios tenía para cada uno de ellos, lo cual siempre trae felicidad. Sus sonrisas y animadas historias fueron maravillosas. Nos despedimos deseándonos lo mejor, y yo sentí una gratitud abrumadora por haber sido testigo de los efectos de la oración que reemplazó el temor a la gente extraña con la confianza y el afecto entre los hijos de Dios.

Una hora después, llegué al campamento donde sería voluntaria y pasé el tiempo con un grupo de jóvenes. Durante el día, noté que en este ambiente me sentía naturalmente en mi “zona de confort”: a salvo y en familia, con la certeza de que habría amor y receptividad al trabajar juntos. Pensar en la experiencia que había tenido antes en el restaurante, me recordó la sensación de paz que me dio la oración cuando estaba fuera de mi zona de confort, como si hubiera tocado suavemente mi pensamiento para que fuera un poco más allá, y reconociera que la seguridad y la certidumbre están siempre presentes en todas partes del reino de Dios. No por estar en circunstancias confortables o con gente conocida, sino debido al hecho espiritual de que el amor de Dios llena todo el espacio.

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, leemos: “Todas las variadas expresiones de Dios reflejan salud, santidad, inmortalidad, la Vida, la Verdad y el Amor infinitos” (pág. 18).

Puesto que el amor de Dios está en todas partes, no necesitamos tener miedo de encontrarnos en circunstancias donde no podamos orar y sentir la seguridad del cuidado de Dios. Podemos tener la certeza de que dondequiera que estemos, nunca dejaremos la “zona de confort” del amor omnipresente y el cuidado protector de Dios.

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