Hace mucho tiempo que quería pagar esta deuda de gratitud y dar testimonio de las maravillosas cosas que han sucedido desde que conocí la Ciencia Cristiana.
Cuando encontré la Ciencia hace diez años, hacía ya un año que estaba sufriendo de un agudo dolor abdominal que fue empeorando a medida que pasaba el tiempo. No quería ir a ver a un médico para que me diera un diagnóstico, por temor a lo que me pudiera decir, así que probé técnicas de pensamiento positivo y otras terapias alternativas. Pero con ninguna de ellas se produjo la curación, y empecé a buscar ayuda en el Internet. La verdad es que estaba cansada de orar como lo había estado haciendo, cansada de los métodos de curación alternativos, cansada de leer libros de autoayuda, y cansada más que nada de la desesperanza de pensar que este era mi destino.
Sin embargo, sentía que había algo más, que había algo allá afuera a lo que otras personas tenían acceso y les permitía tener lo que parecían ser curaciones milagrosas. Me preguntaba qué tenían ellas que yo no tenía.
Mientras buscaba en el Internet, encontré Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Uno de los primeros párrafos del libro captó mi atención, así que continué leyendo. A medida que lo hacía, comprendí que no era una mente personal la que sana, sino la Mente divina única, Dios. Esta Mente lo creó todo, y lo que la Mente crea es perfecto y permanece por siempre perfecto. Esto tuvo un efecto tan poderoso en mi pensamiento, que sentí que había sanado. Y realmente así fue. La enfermedad —todo el dolor y los síntomas que lo acompañaban— desapareció en un instante, y nunca más volví a sufrir de ella.
Fue tan grande el impacto de esta curación, que quise seguir investigando quién estaba detrás de la Ciencia Cristiana. Quería saber dónde se originó, y si había algún contacto en Chile, donde vivo, que me pudiera informar. Me sorprendió descubrir que había una Iglesia de Cristo, Científico, y una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana en Santiago.
Cuando visité la Sala de Lectura, una persona encantadora que estaba trabajando allí ese día, me mostró algunos libros y otra literatura de la Ciencia Cristiana, entre ellas El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Empecé a comprar El Heraldo con regularidad en la Sala de Lectura, y posteriormente me suscribí a él, lo cual me dio fácil acceso a la revista impresa y al contenido en línea en mi idioma. Descubrí que leer El Heraldo es una forma maravillosa de mantener el pensamiento elevado. Muestra cómo personas en todas partes son inspiradas por las ideas que se encuentran en Ciencia y Salud, las ponen en práctica, y como resultado, experimentan mejor salud y más armonía en sus vidas.
Particularmente, los testimonios de curación de la revista me dan la certeza de que la curación espiritual se está produciendo hoy en día, y que todos podemos sanar y ser sanados por medio de la oración; no es privilegio de tan solo unos pocos. Cristo Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12).
Durante aquella primera visita a la Sala de Lectura, la bibliotecaria me dio una invitación para asistir a una conferencia de la Ciencia Cristiana que se daría en breve. Asistí feliz a la conferencia con mi madre, y fue allí donde obtuve mi propio ejemplar de Ciencia y Salud. ¡Fue como encontrar un tesoro!
Lo que escuché en la conferencia tuvo mucho sentido para mí. Supe de inmediato que la Ciencia Cristiana era lo que siempre había estado buscando, y que allí me quedaría. Me había criado en una denominación religiosa que me había enseñado acerca de un Dios vengativo y castigador. Pero aprendí que Dios es un Dios de amor, que, de hecho, Dios es el Amor Mismo, y no nos castiga, sino que nos reforma. También aprendí que la oración no consiste en pedirle a Dios las cosas que queremos o necesitamos, como salud, riqueza y cosas por el estilo. Se trata de reconocer el amor que Dios siente por nosotros, y que, como dice en Ciencia y Salud: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494).
Después de la conferencia, al leer Ciencia y Salud, me di cuenta de que el estudio de la Ciencia Cristiana siempre nos brinda la comprensión de nuestra identidad espiritual como la imagen y semejanza de Dios. Orar con este entendimiento me hizo sentir segura, ya que descubrí que puede revelar la solución para todo tipo de problemas.
Desde que tuve la maravillosa curación del dolor abdominal, he tenido otras pruebas poderosas del bien de Dios en mi vida, no solo curaciones físicas, sino la resolución de problemas financieros y familiares.
El Heraldo ha sido una ayuda maravillosa para mí durante los muchos años que he estado suscrita. Los artículos y testimonios de curación siempre han sido una fuente de esperanza para mí, y una guía útil para orar. Siento que este testimonio, esta simple colaboración, es una pequeña expresión de gratitud por los numerosos beneficios que he recibido de las publicaciones periódicas que fundó Mary Baker Eddy, y por el ejemplo de todos aquellos que la siguieron en esta gran obra sanadora. Así como yo me he beneficiado de las colaboraciones que ellos han hecho a las páginas de las publicaciones periódicas, espero que la mía inspire a alguien a leer Ciencia y Salud, el cual enseña que Dios es del todo bueno, y que nosotros somos los amados receptores de Su bondad.
Ivonee Gil Rivas