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Original Web

Sana de artritis severa y de antagonismo

Del número de agosto de 2018 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 7 de junio de 2018 como original para la Web.


Me aparté de la Ciencia Cristiana hace algunos años, después de perder a dos personas muy queridas que habían sido Científicas Cristianas toda la vida. Esto me devastó de tal manera, que no quería saber nada con la Ciencia Cristiana. Dejé de lado la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy), y me cerré mentalmente. Me volví muy agresiva al tratar con mis familiares y otros, pues me sentía encajonada por un sentimiento de desesperanza, dolor, injusticia y resentimiento.

Cuando empecé a tener fuertes dolores en los dos pies, luego en los tobillos, las piernas y las manos, recurrí a la profesión médica en busca de ayuda. El diagnóstico fue que sufría de una osteoartritis degenerativa seria. Me dijeron que solo los calmantes y los medicamentos antiinflamatorios me ayudarían, aunque temporalmente, ya que era muy probable que en los próximos dos años estuviera restringida a una silla de ruedas. Para entonces, mis pies estaban tan deformados que no podía usar zapatos normales, así que siguiendo el consejo que me habían dado, consulté con un especialista para que me tomara las medidas para los zapatos ortopédicos. Después de hacer un molde de yeso de mis pies, me dijo que los rayos X mostraban que los mismos estaban en muy malas condiciones, y se mostró muy negativo respecto a los resultados que tendría.

Aquel día, tras haber tocado fondo, no tenía a dónde ir, sino hacia arriba. Me pregunté si le importaba al Dios que yo aún creía que existía, pero sentí que no tenía a dónde recurrir, sino nuevamente a Dios. En algún lugar de mis más profundos pensamientos, recordé lo que se sentía cuando Dios nos ama, e hice un esfuerzo monumental para acallar el miedo, y callé para escuchar, realmente escuchar, por primera vez en muchos años. Me comuniqué con un practicista de la Ciencia Cristiana y le hablé de mis luchas, y jamás olvidaré lo que me dijo: “Mi querida, tú eres la amada hija de Dios, ¡y nunca has sido otra cosa!”

Paso a paso, empecé a sentir que eso era así, y que podía confiar en que Dios era mi único médico. Recuerdo una noche particularmente difícil, cuando el dolor parecía insoportable, que tomé nuevamente mi Biblia y Ciencia y Salud. Y en Ciencia y Salud leí lo siguiente: “Ciudadanos del mundo, ¡aceptad la ‘libertad gloriosa de los hijos de Dios’, y sed libres! Este es vuestro derecho divino. La ilusión del sentido material, y no la ley divina, os ha atado, enredado vuestros miembros libres, mutilado vuestras capacidades, debilitado vuestro cuerpo, y desfigurado la tabla de vuestro ser” (pág. 227). ¡Me pareció que esto había sido escrito justo para mí! Me sentí absolutamente segura, maravillada al descubrir que no estaba sola, que nunca había estado sola.

El dolor se disipó. Me aferré al hecho de que nada podía dañar la “tabla de mi ser” porque la existencia es espiritual, el verdadero reflejo de nuestro Padre, que no ha sido tocado por los sentidos materiales. Para el sentido espiritual, ¡yo ya era libre!

Durante los meses que siguieron leí y estudié las Lecciones Bíblicas de la Ciencia Cristiana a diario. También me sentí guiada a leer el Manual de La Iglesia Madre de tapa a tapa, y empecé a leer Ciencia y Salud desde el comienzo. Al principio, no lograba pasar dos capítulos del libro de texto sin sentir una fuerte resistencia contra las ideas que presentaba, que parecía manifestarse físicamente, en un momento dado con una ceguera temporal. El practicista de la Ciencia Cristiana con paciencia me explicó que esto era simplemente el resultado de la “quimicalización”, que el libro de texto define como “el proceso que la mente y el cuerpo mortales experimentan en el cambio de la creencia de una base material a una espiritual” (págs. 168–169). Más adelante, compara este proceso con “un álcali [cuando] está destruyendo un ácido”, y nos asegura: “Esta fermentación no debiera agravar la enfermedad, sino que debiera ser tan indolora para el hombre como para un fluido, puesto que la materia no tiene sensación y sólo la mente mortal siente y ve materialmente” (pág. 401).

Sentí que este cambio de base me estaba transformando y renovando: experimenté una integridad física y espiritual. Después de leer Ciencia y Salud cuatro veces, el desasosiego mental y físico desapareció, y pude seguir adelante con toda calma. La resistencia había desaparecido. Entonces me sentí impulsada a leer la Biblia de tapa a tapa. Encontré mucho amor y consuelo en el evangelio de Juan, particularmente los capítulos 15 al 17, donde, poco antes de su arresto y crucifixión, Jesús habla detalladamente a sus discípulos, y les cuenta que debe irse, pero les asegura que les enviará “el Consolador” (16:7). ¡Cuánto amor sentía por sus discípulos! También leí de tapa a tapa Prose Works (recopilación de otros escritos de la Sra. Eddy), y descubrí que a medida que leía, mis pensamientos se centraban más en mi “verdadero yo”, la idea del Amor divino, perfeccionada por el Amor, completa, siempre elevada, no arrastrada hacia el abismo.

Muy pronto me resultó más fácil caminar, el dolor estaba desapareciendo, y no estaba tomando ningún remedio. Mi medicina era la Mente: “la Verdad divina que hace libre al hombre” (Ciencia y Salud, pág. 453). Presenté mi solicitud para tomar instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana y fui aceptada. Me deleité con todas las verdades espirituales que aprendí allí que nos capacitan para sanar.

Cuando regresé a casa de la clase, ¡descubrí que me entraba uno de los zapatos! Parecía que mi calzado se había reducido una talla. Busqué el molde de yeso de mi pie que todavía guardaba en el aparador, y traté de poner mi pie en el molde, y tampoco se acomodaba a mi pie. De hecho, busqué mi nombre en la parte de abajo del molde porque parecía que lo habían hecho para otra persona. Huelga decir, que ¡rebosaba de alegría! Ahora cuando voy a la zapatería, me pruebo todos lo pares de zapatos, para consternación de los vendedores, simplemente por la alegría que siento de poder usarlos todos.

El progreso espiritual continuó cuando me afilié a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, donde ahora ayudo a conducir los servicios religiosos como Segunda Lectora, lo cual ha sido una bendición. Si bien esta curación no fue instantánea, me demostró que podemos superar cualquier cosa con la oración persistente, sabiendo que la enfermedad y la discordancia no están apoyadas por el Principio o ley divina, y no pueden perdurar.

Desde que tuve esta curación, he podido ayudar a otros con la comprensión espiritual que estoy adquiriendo, y también he sido bendecida con otras curaciones, de alergias, huesos rotos, presión alta de la sangre, y otras. He sentido verdaderamente el cuidado tierno y afectuoso de Dios. “Tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar” (Salmos 116:8).

Martine Blackler
Uvongo, KwaZulu-Natal, Sudáfrica

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