Un día, me desperté con algunos síntomas de resfrío o gripe. Más tarde en la mañana me sentí muy enfermo y deseaba aliviarme.
A lo largo de los años he escuchado y leído relatos de curación por medio de la Ciencia Cristiana en los cuales el testificante tomó consciencia de uno o más mensajes angelicales que parecían ser como “escuchar la voz de Dios”. En las semanas anteriores a tener esos síntomas, había estado orando para estar más alerta y poder escuchar esos mensajes yo mismo.
Un amigo en una ocasión me preguntó si yo creía en los ángeles, y le dije que sí. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy explica que los ángeles son “Pensamientos de Dios que pasan al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, la pureza y la inmortalidad, contrarrestando todo mal, toda sensualidad y mortalidad” (pág. 581). Y eso era ciertamente lo que sentía que necesitaba. Con eso en mente, me senté a orar y a escuchar lo que Dios quería que yo supiera.
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