Desde que tengo memoria, le había tenido miedo a las alturas. Cuando era pequeña, deseaba trepar a un árbol o escalar por las rocas en la propiedad de nuestra familia, pero este temor a estar en lo alto siempre me lo impedía.
Finalmente, harta de no poder hacerlo, me fui en un viaje de las Niñas Exploradoras dedicado a escalar y hacer rappel. Pensé que obligarme a enfrentar directamente mi temor me ayudaría a superarlo más rápido, pero no fue así; solo complicó más las cosas.
En el viaje, tuve que escalar grandes paredes de roca y traspasar mi zona de confort para enfrentarme a mi zona de peligro. En un ascenso, sin querer, miré hacia el suelo desde donde estaba y mi corazón comenzó a latir con muchísima fuerza. Traté de hablar con mi líder de tropa al respecto, pero lo único que me dijo fue que simplemente tendría que lidiar con ello. No ofreció ninguna ayuda. Esto me hizo querer darme por vencida, y por un tiempo después de esta experiencia así lo hice.
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