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Original Web

Sana de intoxicación por la comida

Del número de octubre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 19 de julio de 2019 como original para la Web.


Hace varios años, acepté la invitación de unos amigos para cenar con ellos en un restaurante que sirve un tipo de comida que nunca antes había probado. Pedí una sopa y solicité que el chef agregara la mínima cantidad posible de picante.

Más tarde esa noche, comencé a experimentar los síntomas de una intoxicación por la comida. En poco tiempo me sentí sumamente incómoda. Inmediatamente comencé a orar y, para ayudar mis oraciones, empecé a leer del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, donde localicé muchas declaraciones sobre los alimentos. La más útil en ese momento fue esta: “Admite la hipótesis corriente de que el alimento es el nutrimento de la vida, y resulta la necesidad de otra admisión en el sentido opuesto: que el alimento tiene el poder de destruir la Vida, Dios, por deficiencia o exceso, por una calidad o una cantidad” (pág. 388).

Mientras oraba, comencé a ver que la comida realmente no podía tener poder para destruir o dañar. Lo único que tenía poder sobre mí era la Vida divina, Dios. No tenía que aceptar las creencias comunes sobre sustancias tóxicas u otros elementos destructivos en los alimentos. Más bien, la comida, comprendida espiritualmente como una idea de Dios, tiene que tener una sustancia espiritual, y nunca podría dañar sino solo bendecir, porque es de Dios. Continué orando de esta forma y los síntomas disminuyeron y me sentí un poco mejor.

En la segunda noche, recordé las palabras de Jesús: “…Si bebieren cosa mortífera, no les hará daño” (Marcos 16:18). Continué orando para saber que la intoxicación no podía destruir mi verdadera identidad espiritual, sino que era más bien una creencia común, no un hecho establecido de la vida. Sabía que nada de la comida en sí podía tener un efecto adverso en mí, la hija espiritual de Dios, siempre a salvo bajo el cuidado del Amor divino.

Acostada en la cama, acudí a Dios para obtener más de estas ideas sanadoras, y surgió la idea de comenzar a orar con el Padre Nuestro. Así lo hice, empezando con la primera línea, “Padre nuestro que estás en los cielos”, seguido de la interpretación espiritual que da Ciencia y Salud: “Nuestro Padre-Madre Dios, todo-armonioso” (pág. 16).

De repente, la palabra armonioso se destacó. Este era el mensaje que necesitaba comprender: no importa cuán pequeño o grande sea, no hay nada en la creación de Dios que pueda ser menos que armonioso. Una idea espiritual es incapaz de hacer daño o ser dañada de ninguna manera. Con ese reconocimiento, todos los síntomas desaparecieron, el dolor se disipó, mis funciones volvieron a la normalidad y me quedé dormida. Estoy profundamente agradecida por haber encontrado la Ciencia Cristiana y haber sido sanada.

Eileen Hendrickson
New Wilmington, Pennsylvania, EE.UU.

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