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Original Web

Poner en práctica la curación cada día

Del número de octubre de 2019 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de julio de 2019 como original para la Web.


Cuando alguien estudia matemáticas, sería lógico que aplicara las lecciones que está aprendiendo a los problemas de todos los días. Hasta un niño que acaba de aprender que 2+2=4 se siente entusiasmado al encontrar tantas oportunidades para demostrar este nuevo entendimiento. Decimos que en esto consiste poner en práctica lo que hemos aprendido. No quiere decir que estás practicando para ver si 2+2=4, o si la regla funciona para ti. Más bien, las reglas de las matemáticas por siempre en operación se ponen en práctica porque son útiles. Y la experiencia constante que adquirimos al demostrar esta idea profundiza nuestro entendimiento de que la regla es precisa.

Este mismo enfoque es necesario al aprender la Ciencia del Cristianismo, la Ciencia de vivir el amor y comprender la eterna presencia de la ley de Dios. Para comprender realmente esta Ciencia, es necesario recurrir a las reglas que extraemos de nuestro estudio de la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy, y ponerlas en práctica en la vida cotidiana.

Una clave para avanzar en esta Ciencia es tratar todo desde el contexto de nuestra propia práctica individual de la Ciencia Cristiana. Los practicistas, por definición, son personas que practican lo que saben y aplican constantemente el conocimiento que tienen. En cualquier campo de trabajo, el aplicar con regularidad las ideas estudiadas es un elemento clave de progreso. Ignorar los pequeños detalles por considerarlos insignificantes sería como no revisar con precisión tu cuenta bancaria cuando la cantidad es pequeña. Por otro lado, no ahondar en esta Ciencia divina porque parece demasiado difícil, es como atemorizarse y no hacer las cuentas porque la cantidad que entraña parece demasiado grande. Dar nuestro consentimiento para tener en cuenta la ley espiritual y los hechos espirituales en cada situación que enfrentamos es como estar dispuesto a aplicar las reglas matemáticas que conoces en cada instancia. 

Hay practicistas de la Ciencia Cristiana que están disponibles todo el tiempo para ayudar a otros a aplicar esta Ciencia cuando se lo solicitan y a dar un tratamiento por medio de la oración que lleva a la curación. Sin embargo, todo aquel que estudia esta Ciencia del ser está idealmente poniéndola en práctica para sí mismo y para beneficio del mundo. Todos los estudiantes de la Ciencia Cristiana son llamados a diario a contemplar las escenas que se presentan ante sus ojos desde un punto de vista espiritualmente científico. Por ejemplo, en un momento dado, muchos de nosotros hemos observado conductores agresivos en la calle. Es posible que hayamos pensado que son desconsiderados y egocéntricos. Es realmente muy tentador aceptar este concepto tan común.

En esos momentos, la práctica de la Ciencia del Cristianismo requiere que nos preguntemos si vamos a dejar sobre nuestra mesa mental el punto de vista de que alguien está separado de Dios o es capaz de ser egoísta o incluso que simplemente está apurado. ¿O vamos a asumir la posición mental, basada en la autoridad de la ley divina, de que la verdadera identidad de todos los hijos de Dios es espiritual y buena? ¿Adoptamos la posición mental —aun en medio del tráfico— de que el hombre, la verdadera expresión de la naturaleza de Dios, es realmente la evidencia del Amor divino y que al Amor no puede negársele “su manifestación u objeto”, como escribe la Sra. Eddy? La frase completa dice así: “Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana: que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación, u objeto; que el gozo no puede ser convertido en pesar, pues el pesar no es el amo del gozo; que el bien nunca puede producir el mal; que la materia nunca puede producir la mente ni la vida resultar en muerte” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 304). 

Por supuesto, a menudo no conocemos el resultado de mantener durante el día una posición mental a favor de la naturaleza derivada de Dios que todos tenemos. Sin embargo, cuando tomamos esa postura, hallamos, como mínimo, que este acto de amor nos cambia a nosotros. Y eso cambia el clima mental de nuestro día, dándonos más oportunidades para cambiar la fealdad, que con frecuencia nos confronta, por resultados tangibles. ¡Se trata de ser constantes! Reitero, es como hacer las cuentas correctamente cada vez y no seleccionar cuándo hacerlo. Las matemáticas son invariables y también lo es la Ciencia divina del ser.

A veces, enfrentamos situaciones en las que la gente nos cuenta sus problemas. Ocasionalmente, son cosas de las que querríamos escapar. Sin embargo, es bueno recordar que frecuentemente las personas comparten sus problemas porque ya no quieren tenerlos. Realmente desean liberarse de lo que los preocupa. Es posible que estén respondiendo a la disposición mental de una persona para verlos como Dios los ve. Nuestro pensamiento puede ser como una puerta abierta que invita a otros a unirse a nosotros para captar una vislumbre del Cristo, la evidencia del ser expansivo de Dios.

En lugar de sentirnos incómodos ante el relato humano, podemos mantener una posición firme dentro de nosotros mismos a favor de la verdad científica espiritual, y establecer, reconocer y ceder a la realidad divina. No es una lucha del bien sobre el mal. Es inclinarse humildemente ante el reconocimiento de que Dios ya está siempre expresándose a Sí Mismo y continúa expresándonos a nosotros como Su creación.

Muchas veces durante el día, se nos pide a cada uno de nosotros nuestro consentimiento para que aceptemos una perspectiva sanadora.

Cuando realmente practicamos esta Ciencia, atraemos a los demás hacia nosotros. ¿No es este el ejemplo que mostró Jesús? Él dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). A medida que el pensamiento se eleva hacia una perspectiva más alta de la identidad innata del hombre, otros son atraídos hacia esa persona, o más bien, hacia el amor de Dios que ella expresa. Y la Ciencia divina revela la comprensión que libera a la humanidad de todo aquello que obstaculizaría sus corazones naturalmente receptivos. Todo aquel que desea practicar esta Ciencia puede mantenerse firme en Dios y pensar como Él piensa, a cada momento del día. Tal vez nunca digas una palabra, pero lo que tú piensas es vitalmente importante para los demás, nuestro mundo y tu propio bienestar.

En una ocasión hace muchos años, tuve una conversación profunda con una nueva vecina que se detuvo a charlar mientras yo trabajaba en el jardín. Me contó sobre los numerosos problemas físicos que tenía su hija. A pesar de lo que me dijo, como yo me esforzaba por ver constantemente la creación de Dios, mi pensamiento estaba imbuido de la amorosa percepción de que el hombre es innatamente completo. Con mucha ternura, simplemente le dije: “Tu hija ya es completa en todo sentido” ¡Y lo dije en serio! Esta joven mamá se quedó encantada con mi respuesta, y dijo: “¡Gracias! ¡Así la veo yo también!”.

Según me contaron, después de nuestra conversación, una serie de considerables cambios físicos se produjeron en la niña, los que la liberaron por completo de algunas condiciones corporales, una de las cuales había sido diagnosticada como fatal. Ambos padres se sintieron muy conmovidos por la liberadora idea de que su hija era completa, y estaban sumamente felices por la evidencia física que lo demostraba. Y la familia no solo reconoció la desaparición de estos problemas, sino que también dijo que los médicos que trataban a la niña estaban sorprendidos al ver la diferencia en un escaneo interno, copias del cual la familia tiene todavía. Desde entonces, esta joven ha participado durante muchos años en competencias de natación como parte del programa de las Olimpíadas Especiales, ganando un lugar en las competencias a nivel estatal. Ahora se ha graduado de un programa universitario especial y trabaja a tiempo parcial.

El que practica esta Ciencia tiene la responsabilidad de rodear a otros con los inspirados brazos del amor y orar para ver a cada uno como Dios lo ve. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La gran verdad en la Ciencia del ser de que el hombre verdadero era, es, y siempre será perfecto, es incontrovertible; pues si el hombre es la imagen, el reflejo, de Dios, no está invertido ni subvertido, sino que es recto y semejante a Dios” (pág. 200).

Un hecho absoluto, como lo presenta la Ciencia Cristiana, es que la verdadera naturaleza de cada individuo es, siempre y únicamente, el bien puro. Cuando oramos de esta forma no intentamos cambiar a la otra persona. Por el contrario, la Ciencia divina nos capacita para ser testigos de lo que está ocurriendo realmente (lo que Dios conoce), en lugar de ver cualquier evidencia material que se nos presente. Cuando damos nuestro consentimiento para mantenernos firmes a favor de la Verdad divina de esta manera, hemos realmente obtenido la victoria correcta. En realidad, solo existe Dios, el cual incluye el modo en que se expresa a Sí Mismo. Hay mucha sabiduría en mantener constantemente una posición mental firme a favor de este punto fundamental de la metafísica divina en cada instancia. Sentir profundamente esta verdad científica, con toda la autoridad de Dios sustentando nuestra convicción, es cuidar nuestro propio pensamiento mediante la oración; y cuando el amor de Dios es reflejado de esta manera, llega y bendice todo.

He hallado mucho crecimiento espiritual al aprender a tratar todo lo que surge en el día desde el punto de vista de mi práctica de esta Ciencia. Nada sucede durante el día que sea demasiado pequeño o demasiado grande como para beneficiarse cuando somos testigos de que la luz del Cristo, la expresión de Dios total y eterna de Sí Mismo, resplandece sobre ello. Y hacerlo es puro amor por nosotros y por todos. Al estudiar esta Ciencia ella misma, la Sra. Eddy encontró que era imperioso practicarla constantemente. Ella escribió: “Es posible —sí, es el deber y el privilegio de todo niño, hombre y mujer— seguir, en cierto grado, el ejemplo del Maestro mediante la demostración de la Verdad y la Vida, de la salud y la santidad” (Ciencia y Salud, pág. 37).

Muchas veces durante el día, se nos pide a cada uno de nosotros nuestro consentimiento para que aceptemos una perspectiva sanadora. Siempre que nos llama la atención una información que no podemos determinar si surge del Amor divino, es realmente una llamada mental a nuestra práctica sanadora de la Ciencia del bien. Es realmente un privilegio responder al llamado con amor; reconociendo los hechos espirituales de la creación y manteniéndolos al frente y en el centro del pensamiento con regocijo. Y podemos reconocer, así como esperar, resultados sanadores.

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