Se suponía que me iría del hospital a casa con mi bebé recién nacida, pero estaba demasiado enferma como para que me importara. Tenía fiebre y mi obstetra me dijo que tendría que quedarme otro día. Poco después de que él saliera de la habitación, empecé a sentirme peor y presioné el botón de llamada, logrando decir solo “Ayúdenme” antes de desmayarme. Más tarde se determinó que tenía una grave infección en la sangre.
Cuando recuperé el conocimiento, había dos enfermeras en mi habitación junto con mi esposo. Una de ellas me dijo que la situación era muy grave. Podía decir por su tono de voz que lo decía en serio, y se me ocurrió que ella creía que yo podría morir.
Recuerdo haber pensado: “He esperado toda mi vida por esta bebé y no voy a irme a ninguna parte ahora”. En ese momento le dije a mi esposo que le pidiera ayuda a una amiga que también era practicista de la Ciencia Cristiana (alguien que se dedica a ayudar a otros a sanar a través de la Ciencia Cristiana)..
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