Un día, estaba de pie junto a la ventana de mi oficina, mirando el jardín y tocando una pequeña herida que tenía en un nudillo. Estaba pensando detenidamente en si es posible sanar algo que ocurrió en el pasado, pero sigue siendo una carga hoy. A mí me parecía perfectamente lógico no solo que eso fuera posible, sino natural. Solo existe la realidad presente de Dios y Su creación espiritual, y Él llena esta realidad con Su perfección, la cual siempre es completa y armoniosa.
Mi mirada se posó en la herida. Hacía dos o tres años, me corté mientras cocinaba, atendí la cortadura y continué cocinando. Con el tiempo, la herida había formado una piel gruesa; la zona en mi dedo pulgar se había puesto fea, y se había hecho una costra que continuaba creciendo.
Me vino la idea de que Dios no causa accidentes (véase Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 424). Si ese era el caso, entonces esa cortadura nunca había sido una realidad que me pudiera afectar en el pasado u hoy; ¿cómo podía yo saber algo que Dios no supiera? Al verlo desde la perspectiva de la realidad absoluta, no podría haberme lastimado porque Dios gobierna continuamente a toda Su creación. Así que dije en voz alta: “Padre, permíteme demostrarlo”.
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