En 2003, durante un examen de rutina de la vista para renovar mi prescripción de los lentes de contacto, el doctor me dijo que tenía una condición en el ojo que se estaba deteriorando. Me recomendó que comenzara a usar gotas para los ojos de inmediato. Me negué a hacerlo, y llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. También estuve de acuerdo en regresar y tener otra cita con el oculista en dos semanas.
Durante ese tiempo reflexioné detenidamente sobre la instrucción de Mary Baker Eddy que se encuentra en la página 495 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía”.
Al orar estudiaba este pasaje frase por frase, afirmando que cada declaración en ella era verdad y se aplicaba a mí como el reflejo espiritual de Dios. También estudiaba la definición de ojos en el Glosario de Ciencia y Salud: “Discernimiento espiritual, no material, sino mental” (pág. 586). Esto me ayudó a comprender que la verdadera visión es una facultad espiritual que el hombre expresa por ser hijo de Dios.
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