No importa cuán complejos o imposibles de resolver parezcan ser los desafíos que enfrenta la humanidad, tú y yo podemos contribuir a que cambie la situación. El mejoramiento del mundo debe comenzar en el ámbito individual, y la clave para este trabajo individual es el amor. Cristo Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12).
Alguno podría decir: “Está bien. Tal vez lo que se necesita es más amor. Pero yo soy una sola persona. ¿Qué puedo hacer para disminuir el temor y los malentendidos en el mundo?” Puedes encontrar apoyo en lo que afirma la Biblia: “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Para ser eficaz, la oración, a la cual Mary Baker Eddy se refiere como “un amor abnegado” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 1), debe estar basada en la comprensión espiritual del hombre y el universo como la creación espiritualmente perfecta de Dios. Al orar debemos reconocer claramente que el Amor divino mantiene incesantemente a todas sus ideas en su estado original y perfecto; debemos aceptar la verdad de la existencia y vivirla diariamente.
Cristo Jesús estaba gobernado por el Amor divino y provisto de una comprensión tan espiritual y práctica, que resolvía cada problema que se le presentaba: calmó la tormenta, alimentó a las multitudes, sanó las llamadas enfermedades incurables y hasta resucitó muertos. El propósito de todo seguidor de Jesús es amar sobre esta base a semejanza del Cristo; ser generosos, misericordiosos y amables; y permitir que resplandezca la luz de nuestra espiritualidad que reflejamos de Dios. No importa cuán dolorosos parezcan ser los males de la sociedad, el amor abnegado es siempre la respuesta, junto con la inquebrantable comprensión de que Dios es el Espíritu divino y Su creación es espiritual.
El bien que la manifestación del amor genuino inspirado por la oración trae al mundo no debe cuestionarse. Cada vez que traemos armonía a una situación discordante o perdonamos una injusticia, cada vez que amamos cuando se expresa odio, cada vez que abrazamos a los demás en la comprensión de que el verdadero ser del hombre es espiritual —el reflejo del ser de Dios— estamos haciendo una contribución muy importante para sanar los males del mundo. Los abrumadores problemas que lo aquejan son la culminación de conceptos y diferencias individuales que no han sido resueltos, y la resolución de esos problemas individuales prepara el camino para que mejoren las condiciones globales.
La capacidad de demostrar los frutos del Amor, tales como bondad, compasión, perdón, calidez y generosidad, no es prerrogativa de unos pocos elegidos. Es algo natural a todos los hombres y mujeres, puesto que cada uno de nosotros, en nuestro ser real, es el reflejo del Amor divino, Dios, inagotable y omnipresente. El punto de vista material acerca del hombre es considerablemente diferente de la verdad del hombre como espiritual y hecho a semejanza de Dios. Pero si obtenemos, aunque sea un destello de comprensión de que todos somos los hijos de Dios, tenemos una base real para ver que nuestros semejantes —ya sea que vivan al lado de nosotros o del otro lado del mundo— pueden naturalmente expresar y responder al Amor divino.
Hace algunos años tuve una experiencia que confirma esto. Me desempeñaba como Capellán de la Ciencia Cristiana para el Personal de las Fuerzas Armadas en un país al otro lado del mundo, muy lejos de mi hogar en los Estados Unidos. Un día, estaba colocando anuncios para una reunión, cuando de pronto me golpearon muy fuertemente en la espalda y me empujaron contra el tablero. Al darme vuelta, vi a un hombre joven de una raza diferente de la mía que me miraba con furia.
En este puesto militar recientemente había habido disturbios raciales. Pero en lugar de sentir temor, me embargó una gran compasión. Mi corazón se conmovió por este hombre. Afirmé mentalmente la autoridad de la presencia del Amor divino, reconocí que el amor de Dios nos estaba rodeando a los dos y nos mantenía alejados del alcance del resentimiento, los malentendidos o el mal. De inmediato, la mirada desafiante desapareció del rostro de este hombre. En realidad, nos sonreímos mutuamente, y muy pronto se evitó un desafortunado incidente.
La Sra. Eddy escribe: “¿No es un hombre metafísica y matemáticamente el número uno, una unidad, y por lo tanto un número entero, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios? Simplemente tienes que preservar un sentido positivo y científico de unidad con tu fuente divina, y demostrar esto a diario. Entonces encontrarás que uno es un factor tan importante como doce millones al ser correcto y hacer lo correcto, y de esa manera demostrar el Principio deífico” (Pulpit and Press, pág. 4).
No importa cuál sea nuestra ocupación, nuestra verdadera razón para existir es ser testigos de nuestro Padre-Madre Dios, ser correctos y hacer lo correcto al impartir a nuestros semejantes el amor que Dios está derramando sobre nosotros y sobre todos. Tú y yo podemos contribuir a que las cosas cambien en el mundo, a medida que vivamos el Amor que es Dios en nuestras actividades diarias, trayendo de esta forma a los oscuros lugares del temor y la infelicidad, la luz salvadora y sanadora de la Verdad divina.
