Una noche, hace algunos años, durante la cena, de pronto me sentí extremadamente mareada y con náuseas, y tuve que acostarme en una posición que causara la menor molestia posible. No podía orar eficazmente por mí misma, así que llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. Eso alivió mi temor. No obstante, la condición duró dos días completos hasta que pude volver a realizar mis actividades normalmente.
Cuando volví a sentirme bien, descarté examinar más profundamente esa incomprensible condición y no volví a pensar en ella… hasta un año después, cuando volvió a ocurrir. Después de eso, comenzó a manifestarse cada vez con más frecuencia, hasta que nunca lograba estar totalmente libre de ella.
Durante este período, recuerdo que leí un testimonio en el Sentinel acerca de una mujer que tuvo los mismos síntomas, pero fue sanada la misma mañana en que ocurrieron y nunca más volvieron a presentarse. Eso me alentó mucho. Decidí que podía ayudar a que se produjera mi propia curación al no aceptar que mis esfuerzos por orar se frustraran.
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