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Original Web

Sana de sarpullido e inflamación

Del número de enero de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de octubre de 2019 como original para la Web.


Estoy muy contento de contar una curación física que tuve recientemente en la Ciencia Cristiana.

Una noche me desperté con una picazón en los antebrazos. Me habían estado molestando esporádicamente mientras hacía mis quehaceres diarios, pero no les había prestado mucha atención.

No obstante, aquella noche noté erupciones irregulares en todo mi cuerpo, y tenía la piel inflamada. Además, tenía todo el cuerpo adolorido.

En aquel momento, tenía buenas razones para creer que alguien que conocía era el responsable de los ataques mentales en mi contra. Pero yo sabía que tenía que rechazar ese pensamiento, porque no provenía de Dios. En la Ciencia Cristiana había aprendido que el odio, o mal, no es una persona, un lugar o una cosa; no tiene realidad ni poder porque no hay ninguna inteligencia, mente o vida aparte de Dios. De hecho, Dios es bueno, y Su naturaleza se caracteriza por estos siete sinónimos derivados de la Biblia: Mente, Amor, Verdad, Espíritu, Alma, Principio y Vida. La Biblia dice que Dios nos hizo a Su propia semejanza, y para mí era obvio que la semejanza de Dios, el reflejo del Amor divino, no puede lastimar a nadie ni ser lastimado.

Al razonar de esta manera en mis oraciones, el dolor y la apariencia tan amenazadora de la enfermedad desaparecieron, y la picazón disminuyó. Si embargo, mientras se desvanecían esas erupciones de la piel, comenzaron a aparecer nuevas.

Una noche, mientras estudiaba literatura de la Ciencia Cristiana, percibí claramente que la materia y la enfermedad no tienen poder ni realidad. Dios, el Espíritu divino, no puede tener un opuesto, la materia (ya sea que se llame materia “saludable” o materia “enferma”). El Espíritu divino es infinito, y no contiene ni siquiera una partícula infinitesimal de materia, porque la materia no puede existir en el Espíritu. Todas las criaturas de Dios son espirituales y reflejan la bondad y perfección del Espíritu. Es natural conocer esta verdad espiritual. De hecho, ya la conocemos porque Dios la conoce, y nosotros somos los beneficiarios de Sus pensamientos y gracia infinita.

 Estas ideas me tranquilizaron. Si bien las erupciones de la piel persistían, la picazón desapareció.

Dos días después, pensé que todavía no había abandonado totalmente el error de creer que el odio es real y es el ataque de otra persona, de una personalidad mortal. Así que, le pedí a Dios sinceramente que me mostrara cómo podía abandonar este concepto. Sabía que debía hacerlo porque admitir una cosa así es negar que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios. Sería como admitir que hay una individualidad que se ha separado de Dios, el bien, y puede atacar o ser atacada. Esta creencia es el enemigo sobre el que Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió: “Aun en creencia no tienes sino uno (y, en la realidad, ni ése), y este único enemigo eres tú mismo —tu creencia errónea de que tienes enemigos; de que el mal es real; y de que en la Ciencia existe algo más que el bien” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 10).

Después de mi petición, un pasaje bíblico del primer capítulo de Habacuc iluminó mi comprensión como un rayo de luz espiritual: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (versículo 13).

En aquel momento comprendí que, puesto que el Dios que todo lo ve es demasiado puro para ver el mal o adherirlo a alguien como víctima o victimario, así soy yo como reflejo de Dios. Este último discernimiento sanó por completo la enfermedad. Mi piel quedó limpia y así ha permanecido.

Elie Bakala Bazemba
Kinshasa, República Democrática del Congo

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