Me estaba dando un ataque de pánico en un vuelo de 16 horas a la India. En el baño, al tratar de poner en orden mis ideas, se apoderó de mí el temor de no poder moverme libremente en este viaje físicamente difícil, que hacía meses que había planeado.
Mi esposa y yo y otra pareja habíamos programado hacer excursiones por el campo, caminar por las ajetreadas calles de las ciudades y visitar fuertes, museos, palacios y santuarios. Esto incluiría subir y bajar escaleras y caminos de piedra, tierra y grava de diversas alturas y pendientes. Viajaríamos en barcos, trenes y aviones, e incluso jeeps y camiones en safari. Incluso tal vez tendría que usar estribos para montar elefantes y camellos.
Me consumía la razón por la cual pensaba que no podría hacer ninguna de esas cosas. Sentía un severo dolor en la ingle que hacía que sentarme, cruzar las piernas e incluso caminar por el pasillo del avión me resultara difícil.
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