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La conversación continúa

Compartamos la metafísica de todo corazón

Del número de junio de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Querido Lector:

Los libros de texto que estudiaba en el bachillerato eran útiles. Sin embargo, en aquella época sentía el deseo de hallar un mayor equilibrio entre el intelecto y las emociones, y no fue en esos libros donde lo encontré. Fue en la música. Posteriormente hallé una frase corta que capta el porqué, y, tal vez, sorprendentemente, es una cita de un libro de texto: la obra principal de Mary Baker Eddy sobre la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. El mismo dice: “La música es el ritmo de la cabeza y del corazón” (pág. 213).

Este era un libro que yo podía leer, de hecho, devorar y, no obstante, regresar continuamente al mismo, porque el libro de texto de la Ciencia Cristiana rebosa inteligencia y corazón. Veamos, por ejemplo, esta frase: “Las ráfagas invernales de la tierra pueden desarraigar las flores del afecto, y dispersarlas a los vientos; pero esta ruptura de lazos carnales sirve para unir más estrechamente el pensamiento con Dios, porque el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo” (pág. 57).

Palabras como estas construyen un puente hacia el corazón del lector, aun cuando lo desafíe a hacer un cambio de 180 grados, de tener una esperanza meramente humana a sentir el deseo más elevado de buscar, encontrar y demostrar el amor que Cristo Jesús ejemplificó. Estas son palabras de la Ciencia; la Ciencia de la Mente y el Amor divinos. 

A lo largo de Ciencia y Salud, la autora investiga a fondo las ideas espirituales y las verdades metafísicas. Como lo demostró en su vida, su discernimiento profundo consuela a los lectores, quienesquiera que sean, dondequiera que se encuentren. Ella era una mujer blanca de Nueva Inglaterra nacida en una granja en el siglo XIX, no obstante, ciento cincuenta años más tarde, he visto sus palabras sanar físicamente, transformar el carácter y renovar el sentimiento de alegría de un hombre negro de África del Sur, traumado aún por el apartheid, que vive en Ciudad del Cabo. Como señala Mary Baker Eddy en otro de sus libros: “Cuando habla el corazón, por sencillas que sean las palabras, su lenguaje es siempre aceptable para quienes tienen corazón” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 262).

Nuestras palabras no siempre necesitan ser sencillas para llegar, conmover y fortalecer a los lectores, pero tienen que ser sinceras. Y como escritores y lectores de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, podemos expresar, reflexionar y compartir la metafísica preciosa y pura que sana de todo corazón, tal como hacen los reconfortantes y prácticos escritos de nuestra Guía que a diario son comprobados.

Tony Lobl
Redactor Adjunto

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