Quizás hayas escuchado que es una forma de arreglar algo que está mal. O que es meramente un método alternativo de atención a la salud. Estas respuestas tienen algo de verdad en ellas, pero no comienzan a contar toda la historia. La curación en la Ciencia Cristiana es mucho más, y cuando comprendemos qué es realmente la Ciencia Cristiana, la curación se produce natural e inevitablemente.
A fin de responder a esta pregunta con más precisión, es necesario definir la Ciencia Cristiana. ¿Es una denominación religiosa? ¿Un grupo de personas que generalmente no usan la medicina convencional? Reitero, responder afirmativamente a estas preguntas no está equivocado, pero hay mucho más. Esta es una definición de la Ciencia Cristiana por su Descubridora, Mary Baker Eddy: “No es una búsqueda de sabiduría, es sabiduría: es la diestra de Dios que tiene asido al universo —todo tiempo, espacio, inmortalidad, pensamiento, extensión, causa y efecto; que constituye y gobierna toda identidad, individualidad, ley y poder” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 364). Esta es una declaración muy importante. Pero para mí, ha sido una forma útil de pensar en la Ciencia Cristiana porque eleva nuestra comprensión de esta Ciencia más allá de un modo de reparar algo, hacia lo que ella revela acerca del Principio divino, Dios, que gobierna Su propia creación.
Lo que la Sra. Eddy descubrió y describió es la realidad espiritual; más allá del alcance de los sentidos físicos. Esta era la misma realidad que Jesús percibió hace más de dos mil años y predicó a sus seguidores cuando dijo: “El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). En su libro de texto acerca de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, la Sra. Eddy expone claramente la naturaleza de esta realidad, incluso sus leyes espirituales de salud, continuidad y armonía, las cuales, cuando se las entiende y se las pone en práctica, traen curación.
Esta realidad es puramente espiritual, perfecta, libre de enfermedad y pecado. Es creada y gobernada por Dios. Este universo del Espíritu divino no existe junto a lo que percibimos como el universo material; es la única existencia verdadera. Todo lo que no sea esta perfección del ser espiritual es una percepción falsa y limitada. Aunque esta realidad pura y absoluta tal vez no siempre sea evidente, no obstante, existe y tenemos vislumbres de ella; como la luz que vemos cuando el sol atraviesa las nubes. Es en esos momentos de iluminación que se produce la curación.
Entonces, ¿qué hacemos cuando tenemos un problema? Hay varias formas de abordarlo. Es común pensar que tenemos que encontrar una solución al respecto, o aplicar un remedio sanador. Sin embargo, el considerar más a fondo en qué consiste realmente la curación en la Ciencia Cristiana nos da otra opción. En mi propia práctica, he encontrado que lo que realmente se necesita es esforzarse por comprender y vivir de tal manera que el pensamiento se mantenga receptivo a la presencia y el poder de Dios. La oración es con frecuencia el vehículo mediante el cual tiene lugar la curación.
La oración puede elevar nuestro pensamiento hacia Dios. La Sra. Eddy destinó el primer capítulo de Ciencia y Salud a ser una “guía práctica” sobre cómo orar. Pero esto es lo que hace que su explicación de la oración sea única: En lugar de tratar de “arreglar” algún problema, la oración tiene el propósito de abrir nuestro pensamiento para reconocer la realidad espiritual, y estar conscientes de la bondad omnipresente de Dios. Cuando ocurre esto, experimentamos, allí mismo donde nos encontramos, la realidad de Dios. La armonía y la belleza de un Dios enteramente bueno se vuelven tangibles. Lo que es desemejante al bien desaparece de la consciencia; ya no nos parece real. Y la curación es el resultado natural.
La curación es el efecto natural de dejar que nuestro propio pensamiento profundice más el infinito.
Hace años, tuve una profunda experiencia que me enseñó muchísimo acerca de lo que es la curación y cómo se produce. En esta ocasión, yo no estaba buscando curación, pero se produjo de todos modos, sin esfuerzo.
Era un día frío, y yo estaba sentada en mi cama, envuelta en un edredón leyendo Ciencia y Salud; específicamente el sentido espiritual que da la Sra. Eddy del Salmo 23, el cual destaca la naturaleza infinita y omnipresente del Amor divino (véase Ciencia y Salud, pág. 578). Cuando terminé de leer, sentí que el Amor me rodeaba por completo. Sentí que estaba dentro de una luz bellísima.
Justo en ese momento, sonó el teléfono; era mi hermana. Me sorprendió su llamada porque, si bien vivimos en la misma ciudad grande, rara vez nos comunicamos. Ella me habló sin parar sobre una lista de problemas, los cuales incluían la falta de dinero, de trabajo y el temor de que la echaran de su apartamento. Mientras ella hablaba, yo estaba pensando en la naturaleza sorprendente del Amor, y que, puesto que el Amor está en todas partes, tenía que incluirla a ella también. Mientras avanzaba nuestra conversación, yo estaba muy consciente de la presencia de Dios. En un momento dado le dije algo así: “Tal vez podrías esperar que ocurra algo bueno”. Ella se molestó y cortó.
Varias horas después, volvió a llamarme y me dijo que le habían ofrecido un trabajo que respondería a sus necesidades financieras. Pero eso no fue todo. Dos semanas más tarde, ella vino a mi apartamento con un ramo de margaritas amarillas. Me dijo que durante nuestra conversación telefónica había ocurrido algo extraordinario. Entonces me contó que ella había sido adicta a la heroína. Se había estado inyectando a diario. Yo no tenía idea de eso. No obstante, después de aquella conversación, de repente se sintió libre de la adicción. Me había llamado inicialmente para pedirme prestado dinero para comprar drogas, pero se dio cuenta de que ya no tenía más deseos de consumir heroína. No tuvo síntomas de abstinencia. Simplemente se liberó. Esperó dos semanas para estar segura. Esa tarde ella me preguntó: “¿Qué estaba pasando durante esa llamada telefónica?”.
Me quedé maravillada. Yo no había estado orando para sanar nada. Lo único que estaba haciendo era experimentar el amor de Dios, el cual yo sabía que estaba presente para todos, incluida mi hermana. No obstante, algo que necesitaba sanar se había corregido naturalmente.
Esta experiencia me convenció de que el trabajo sanador que Jesús y la Sra. Eddy realizaron fue el resultado de estar constante y conscientemente morando en ese sentido permanente del amor de Dios. La curación es el efecto natural de dejar que nuestro propio pensamiento profundice más el infinito.
¿Podemos hacer esto? Jesús nos aseguró que podemos hacerlo, y también lo hizo la Sra. Eddy. La realidad espiritual de la creación de Dios puede experimentarse en toda su belleza y armonía allí mismo donde nos encontremos. Es real y gloriosa. Podemos ser testigos conscientemente de esta presencia justo frente a la discordancia y ver evidencias de que el poder de Dios prevalece. La enfermedad y el pecado ceden a este poder y desaparecen. Entonces experimentamos realmente que “la diestra de Dios… tiene asido al universo”, y nos encontramos a nosotros mismos, y a nuestro mundo, sostenidos con seguridad en ese abrazo amoroso.
