Hace unos diez años tuve la que considero mi curación favorita. Recientemente había tomado una clase de dos semanas con un maestro de la Ciencia Cristiana, así que sabía cómo darme un tratamiento en la Ciencia Cristiana.
Oré durante dos días para aliviarme de la fiebre y la congestión. Traté de poner en práctica las verdades de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, tales como, “Toma consciencia por un solo momento de que la Vida y la inteligencia son puramente espirituales —ni están en la materia ni son de ella— y el cuerpo entonces no proferirá ninguna queja” (pág. 14), y “Cuando despertemos a la verdad del ser, toda enfermedad, dolor, debilidad, cansancio, pesar, pecado, muerte, serán desconocidos, y el sueño mortal cesará para siempre” (págs. 218–219).
Había otra declaración que me parecía que debía ser eficaz si lograba aplicarla correctamente: “El hecho contrario relativo a cualquier enfermedad es requerido para curarla” (pág. 233). Sabía que sufrir de congestión o fiebre era contrario al hecho de que el hombre es creado a imagen de Dios, como dice en Génesis 1. Dios es Espíritu, así que el hombre debe ser espiritual, y no puede ser menos que perfecto, puesto que “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (versículo 31)
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!