El pecado es un concepto que ha confundido a la humanidad a lo largo de los siglos; y es interesante notar que la Biblia no comienza a analizarlo de inmediato.
En el primer capítulo de la Biblia leemos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” y “vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:26, 31). Y en Eclesiastés encontramos esta máxima: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (3:14). ¿Podemos concluir de estas verdades bíblicas que somos eternos y que nuestra verdadera naturaleza es tan pura, santa y buena como la naturaleza de Dios?
El primer capítulo del Génesis se refiere al hombre inmortal, creado a imagen de Dios, el Espíritu. El segundo y los capítulos subsecuentes presentan un concepto humano mortal, pecaminoso, que cayó de la gracia, un concepto que ha definido mayormente el punto de vista religioso moderno acerca del hombre.