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Original Web

Ya no tenía cáncer

Del número de junio de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 12 de marzo de 2020 como original para la Web.


Fui criada como estudiante de la Ciencia Cristiana, pero me había apartado y hacía unos cuarenta años que no la practicaba. Fue entonces que me hicieron una mamografía que indicaba la presencia de un pequeño bulto. Poco después del inicio del nuevo año, fui a ver a un especialista y los exámenes dieron positivo, es decir, tenía cáncer.

 Sentí aprensión. Algunos años antes, los médicos me habían tratado por cáncer de mama, y esta vez programaron una cirugía aún más extensa. Estaba espantada y aterrorizada.

Al principio busqué el apoyo de un naturópata, pero mientras estaba sentada en su oficina, silenciosamente deseé poder despertar de lo que parecía ser un mal sueño. Al salir del consultorio, fue como si me cayera un rayo: “¿Qué estás haciendo? Provienes de un ‘linaje de curaciones espirituales’”. Sentí que era una inspiración de Dios, porque “linaje” era una palabra tan anticuada que yo jamás la hubiera usado. 

Me vinieron al pensamiento dos curaciones: una de mi abuela materna, a quien le dieron a conocer la Ciencia Cristiana cuando estaba en cama enferma, y sin ninguna esperanza de volver a caminar, y sanó por completo. La segunda fue la de mi querida tía, quien sanó de septicemia por medio de la Ciencia Cristiana a pesar de que no se esperaba que viviera.

Supe de inmediato que la Ciencia Cristiana podía sanar este cáncer por completo. Cuando le dije a mi esposo que me apoyaría en la Ciencia Cristiana, para mi enorme alivio sus palabras fueron “Te apoyo totalmente”. ¡Su respaldo fue tan maravilloso! Sentí que era la decisión correcta. A la mañana siguiente, llamé al consultorio del cirujano para decirle que no me sometería a la cirugía.

Con la ayuda de una amorosa practicista de la Ciencia Cristiana y el gran apoyo de una amiga Científica Cristiana, comencé a trabajar de inmediato, estudiando esta Ciencia con renovado empeño. Devoraba todo lo que podía encontrar sobre la Ciencia Cristiana: artículos, presentaciones de video y audio en el internet, grabaciones de himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana, la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que leí de tapa a tapa. Mi esposo y yo asistíamos juntos a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en nuestra ciudad.

Tenía la sensación, a veces abrumadora, de haber regresado al hogar después de una ausencia muy larga; sentía una bella calidez y un sentimiento muy fuerte de que “Este es mi lugar”. Comencé a ver que en realidad nunca había estado fuera del cuidado de Dios. Los siguientes pasajes de Ciencia y Salud fueron particularmente útiles: 

“Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado te tiente, aférrate firmemente a Dios y Su idea. No permitas que nada sino Su semejanza more en tu pensamiento. No dejes que ni el temor ni la duda ensombrezcan tu claro sentido y calma confianza de que el reconocimiento de la vida armoniosa —como la Vida es eternamente— puede destruir cualquier sentido doloroso o cualquier creencia acerca de aquello que no es la Vida. Deja que la Ciencia Cristiana, en vez del sentido corporal, apoye tu comprensión del ser, y esta comprensión sustituirá el error por la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad y silenciará la discordancia con la armonía” (pág. 495). Y: “Declara la verdad a toda forma de error. Tumores, úlceras, tubérculos, inflamaciones, dolores, coyunturas deformadas, son sombras-sueños estando despierto, imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante la luz de la Verdad” (pág. 418).

A veces los días eran difíciles, otros aterradores y llenos de “que tal sí”, pero lo que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana me daba esperanza y una percepción más clara del amor y el cuidado de Dios. En una oportunidad mi esposo y yo visitamos La Iglesia Madre en Boston. ¡Del pequeño boceto que aparece en las tapas del Himnario de mi niñez, yo no tenía idea de que fuera tan hermosa! ¡Qué privilegio fue poder asistir a tres servicios religiosos allí! También me encantó saber que estaba cerca una oficina de practicistas. Fue maravilloso poder entrar y tener una alentadora charla con el practicista de turno. 

Para mí la inspiración que obtuve de este viaje fue maná del cielo. Mi uso de los suplementos que el naturópata me había sugerido desapareció naturalmente, a medida que sentí más concretamente que nuestra vida y ayuda están en Dios, el Espíritu, no en la materia, como explica “la declaración científica del ser” (Ciencia y Salud, pág. 468). Sentí que progresaba.

Hacia fin de año, en respuesta a la preocupación de mi familia, fui a una clínica a hacerme otra evaluación, la cual no mostró cambio en mi condición física. Sí, yo dudaba. ¡Recuerdo que sentí como si fuera un barco que se estaba hundiendo! La cirugía pareció tentadora por un momento. Pero una practicista (quien por supuesto dejó que yo tomara todas las decisiones), compartió conmigo algunas ideas que me ayudaron a sentir confianza en la “gentil presencia” de Dios, como dicen las primeras palabras de uno de los poemas de la Sra. Eddy al que se le puso música (Himno N° 207). Me aferré fuertemente a ese maravilloso himno (y seguí encontrando consuelo e inspiración en su mensaje).

Durante todo este tiempo yo había tenido un pequeño tumor en la cara, y en ese momento me vino la idea de que eso tampoco tenía lugar alguno en la creación perfecta de Dios, y que sanaría junto con el cáncer. Simplemente, ¡no formaban parte de mi vida porque soy la expresión del Divino!

Gradualmente, el temor y los abrumadores pensamientos acerca de la enfermedad se disiparon, y fueron reemplazados por el conocimiento de que todos tenemos el derecho de gozar de buena salud como hijos de Dios. Muy pronto el tumor de la cara se cayó (y nunca regresó), dejando una piel perfectamente suave donde había estado por tanto tiempo. Percibí muy claramente la gentil presencia de Dios. Gradualmente, supe que había sanado del cáncer también. Esto ocurrió hace ocho años, y no he tenido síntomas de esta enfermedad desde entonces. 

Durante esos años, me afilié a La Iglesia Madre, tomé instrucción de clase Primaria en la Ciencia Cristiana, y (junto con mi esposo) también nos afiliamos a nuestra iglesia filial. Hemos disfrutado de muchas más pruebas del cuidado y el amor de Dios, evidenciados en curaciones y soluciones armoniosas de situaciones difíciles. Estoy muy agradecida por haber sido guiada de regreso a mi hogar, la Ciencia Cristiana.

Sue Martin
Kareela, Nueva Gales del Sur, Australia

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