Charlie estaba enojado. Todo el mundo debía quedarse en casa. Tenía que estar callado, y durante el día, dejar a sus padres tranquilos mientras trabajaban. A él le encantaba jugar videojuegos en su computadora, pero no le gustaba que no hubiera mucho más para hacer. Tantos lugares estaban cerrados debido a la pandemia. No podía ir a la escuela ni jugar con sus amigos.
La única vez que las cosas estuvieron bien fue cuando su abuela vino a estar con él. La abuela sabía que estaba enojado y trató de hablar con él sobre Dios y cómo Dios cuidaba a todos, incluso a Charlie. Pero lo único que Charlie podía pensar era en que ya no había nada divertido que hacer.
Un día, su abuela le preguntó si quería salir de aventura. Charlie pensó que eso era genial. Quería hacer algo divertido. Así que su abuela comenzó a contarle acerca de lo que ella llamó una “aventura divina”. Dijo que él podía salir en ese mismo momento.
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