Hoy en día, detener el COVID-19 es un enfoque comprensiblemente importante. Muchas familias están viviendo historias desgarradoras por experimentar la enfermedad o su impacto. Terminar con esto significa traer un anhelado alivio del temor, el sufrimiento y la perturbación generalizados provocados por la pandemia.
Gran parte del mundo tiene mucha esperanza de que las vacunas que han comenzado a distribuirse sean la solución perfecta, y esta esperanza se basa en gran parte en el papel que las vacunas han desempeñado en los esfuerzos precedentes para detener otras enfermedades. Sin embargo, lo que no se tiene tanto en cuenta es el proceso mental que está sucediendo respecto a todo esto. He encontrado que el aspecto mental y espiritual de las cosas es sumamente valioso en la búsqueda de la salud.
Además de instruir a sus seguidores para que sanaran a los enfermos, Cristo Jesús les pidió que “[echaran] fuera demonios” (Mateo 10:8). Una manera en que podríamos pensar acerca de estos “demonios” es como las atormentadoras creencias en un poder opuesto a Dios que puede enfermarnos. Jesús comprendía muy claramente que Dios era el poder supremo al que podemos recurrir cuando enfrentamos dificultades, y es esta misma comprensión de Dios la que fortalece nuestra capacidad para expulsar las creencias diabólicas.
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