Cuando nació mi hijo mayor, parecía estar sano y alegre, sin embargo, seis meses después se enfermó con síntomas de bloqueo torácico. Pensé que era una tos estacional o frío y consulté con los médicos para su tratamiento, lo que proporcionó cierto alivio. Pero luego de unos días, los síntomas regresaron. Finalmente, para mi sorpresa, los médicos diagnosticaron que era asma. Tendría que usar un inhalador el resto de su vida. Puesto que dos de mis parientes políticos tienen el mismo problema, los médicos declararon que la condición era hereditaria.
Todavía recuerdo el día, unos años después de ese diagnóstico, en que mi cuñada entró en mi habitación y me habló de la Ciencia Cristiana, y me dijo que enseña que todas las cosas son posibles para Dios (véase Mateo 19:26). Yo quería asistir a los servicios dominicales en la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Chandigarh para aprender más, pero mi esposo se negó a que fuera. Pertenecíamos a una familia hindú, y la Ciencia Cristiana era nueva para nosotros. Mi cuñada sugirió llevarse a mi hijo con ella para que asistiera a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Mi marido y yo estuvimos de acuerdo. Así que mi hijo comenzó a aprender acerca de su relación con Dios en la Escuela Dominical cada semana, y yo seguí anhelando asistir a la iglesia.
Luego, en noviembre de 2008, hubo un incendio en nuestra tienda. Cuando mi cuñada oró con una practicista de la Ciencia Cristiana, toda mi familia vio los resultados de esas oraciones. Estuvimos protegidos de daños, y los ingresos de nuestra tienda se recuperaron. Ser testigo de la provisión y protección de Dios rompió toda resistencia hacia la Ciencia Cristiana en nuestro hogar (véase “My supportive church family,” The Christian Science Journal, May 2010). Después de este incidente, cuando le pregunté de nuevo a mi esposo si podía asistir a la Sociedad de la Ciencia Cristiana, accedió.
Asistía con regularidad a los servicios de los domingos y miércoles, donde comencé a aprender acerca de Dios y mi relación con Él como Su hija. También empecé a leer la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y a buscar apoyo mediante la oración de una practicista de la Ciencia Cristiana para varios problemas en mi vida. Pero no me sentía segura de pedir ayuda con respecto al asma de mi hijo, porque los médicos me habían convencido de que esto nunca podría curarse.
Un día, mientras leía la Lección Bíblica, me encontré con esto: “En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia. Su origen no está, como el de los mortales, en el instinto bruto, ni pasa él por condiciones materiales antes de alcanzar la inteligencia. El Espíritu es su fuente primitiva y última del ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su ser” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 63). En otro lugar, Ciencia y Salud dice: “La herencia no es una ley” (pág. 178). Estas líneas me inspiraron mucho. Razoné que si Dios es el Padre y la Madre de mi hijo, entonces él heredó salud, no enfermedad. Traté de ver a mi hijo como el hijo de Dios. Cuando empecé a orar con estas ideas, mis temores disminuyeron, y los síntomas de mi hijo también disminuyeron; ya no necesitó el inhalador. Todo esto sucedió de manera muy natural a medida que fuimos confiando en el Espíritu.
En los muchos años transcurridos desde entonces, mi hijo ha gozado de muy buena salud. Mis dos hijos y yo dependemos de la oración para todas nuestras necesidades. Y mi esposo también aprecia esta notable curación que sólo la Ciencia Cristiana podría habernos dado.
Estoy muy agradecida a Dios por esta bendición tan grande, a Mary Baker Eddy por este hermoso camino llamado Ciencia Cristiana, y a mi cuñada por mostrarme esta senda. También agradezco a los maestros de la Escuela Dominical, y a la practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudó mediante la oración a obtener tantas curaciones.
Goldy Bajaj
Chandigarh, India