Hace algunos años, mi hija adulta me envió flores, que fueron como un gran abrazo. Su cariño me animó mucho en un momento en el que realmente necesitaba un poco más de amor. Me hizo pensar en que un corazón compasivo intuye justo lo que se necesita: un abrazo, una palabra útil, un mensaje alentador enviado en el momento justo, o simplemente la disposición de estar presente para otra persona. ¿Quién no se ha sentido liberado de la duda o el desánimo cuando alguien le brindó un cuidado práctico?
Entonces, ¿por qué ese esmero conmueve el corazón? Las flores fueron como un abrazo porque reflejaban algo más, eran una evidencia de la fuente del bien, que es el Amor divino e inteligente, un nombre para Dios tomado de la Biblia (véase 1 Juan 4:8). Este Amor es universal, reina sobre toda la creación. El Amor actúa como ley para bendecir a toda la humanidad.
Al pensar en la relación entre el afecto que sabe cuándo enviar flores y el Amor divino que hace que sus propios hijos se amen naturalmente unos a otros, recordé otra ocasión en la que alguien con quien estaba percibió intuitivamente mi necesidad. Estaba lidiando con un dolor fuerte cuando mi amiga me envolvió suavemente en un abrazo con un suave “No”. Sabía instintivamente que el “No” de mi amiga estaba reprendiendo el dolor porque no tenía causa y era ilegítimo, ya que no venía de Dios. El dolor desapareció de inmediato. El abrazo no fue el poder que lo sanó. Pero ese abrazo brindó una seguridad tangible de la presencia del amor inquebrantable de Dios y de la perfección espiritual de mi ser. En ese momento, reanimó mi confianza en que la ley del Amor divino estaba operando, suprema sobre cualquier causa aparente o sensación de dolor.
¿Cómo expresamos más del Amor divino que va más allá de ayudar a las personas a sentirse un poco mejor y realmente sana? He descubierto que se trata de volver nuestro corazón y pensamientos a Dios, y no aceptar como inevitables ciertos resultados físicos o emocionales.
Desde la primera vez que encontré el poder sanador de la Ciencia Cristiana, he apreciado el Padre Nuestro que Jesús dio a sus seguidores hace dos mil años. Esta oración establece para mí la eficacia sanadora de amar a Dios y amar a la humanidad. Mary Baker Eddy, en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, interpreta una línea del Padre Nuestro como “Y el Amor es reflejado en el amor” (pág. 17). El Amor Divino con A mayúscula es Dios, la fuente fundamental y siempre en acción del amor abnegado en cada uno de nosotros. Comenzar a comprender que la naturaleza de Dios es el Amor divino abre un contexto completamente nuevo e infinito para amar a los demás con consideración, y para confiar en el poder de Dios para sanar. Encontramos nueva seguridad de que el Amor realmente llega a cada corazón para bendecir.
¿Cómo expresamos más del Amor divino que va más allá de ayudar a las personas a sentirse un poco mejor?
Cuanto más motivado esté el afecto humano por el altruismo, más será una ventana a través de la cual brilla Dios. Reflejamos el Amor más expansivamente. Los motivos puros son evidencia de lo Divino en todos nosotros, la prueba de que la bondad y el amor caracterizan la esencia del ser verdadero. El amor desinteresado desafía valientemente el temor, atraviesa el resentimiento y se esfuerza conscientemente por negar cualquier letargo crónico o laxitud moral. Ver al hombre y a la mujer que Dios creó inherentemente sanos, amados, inocentes y libres es la respuesta más práctica y sanadora para el sufrimiento humano.
Para dar un ejemplo, hace algún tiempo experimenté dolores en el pecho cada vez más severos. En ese momento, estaba molesta, e incluso asustada, por el persistente comportamiento antagónico y agresivo de alguien hacia mí, comportamiento para el cual no parecía tener razones claras. Traté de ser amable con esta persona, pero eso no ayudó. Me di cuenta de que mejorar esta situación negativa iba a requerir algo más profundo que ser intencionalmente agradable. Necesitaba reconocer la naturaleza verdadera, creada por Dios inherente a cada uno de nosotros como expresión del Amor divino, independientemente de lo amenazante e irrazonable que la persona pareciera ser.
Al orar de esta manera, obtuve un sentido más claro de la paternidad y la maternidad de Dios que todo lo abraza, y recordé este pasaje bíblico de Ezequiel: “He aquí que todas las almas son mías” (18:4). Esta declaración incluía a la otra persona, así como a mí. Sentí la tranquila paternidad del amor omnipresente de Dios. El temor desapareció, así como los dolores en el pecho. Unos meses más tarde, vi a esta persona, y toda la agresión se había ido por completo.
Mary Baker Eddy, quien fundó esta revista, escribió en un artículo en un periódico de 1905: “Elevad la mirada lo suficiente, y veréis el corazón de la humanidad tornándose más cálido y conquistador” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 268).
Buscar y reconocer una percepción más elevada de la humanidad afirma nuestra espiritualidad, nuestra verdadera naturaleza como expresión directa de Dios, del Espíritu. Recibir abrazos y flores ciertamente nos apoya a cada uno de nosotros, pero el valor de estos gestos puede ser difícil de cuantificar. Sin embargo, hacer que nuestro propósito sea comprender mejor el Amor que es dueño de la creación tiene resultados apreciables. Cuando amamos a los demás con comprensión espiritual, esto sana, un corazón a la vez, hasta que el mundo entero llega a conocer que el Amor divino es la respuesta sanadora más eficaz.
