Me sentía desesperada. Los miembros de mi iglesia y yo estábamos divididos sobre una decisión respecto a una política de la iglesia. El problema parecía ser muy serio. También parecía que la reunión de la iglesia que habíamos celebrado para votar sobre la nueva política había sido deliberadamente acomodada para obtener el resultado que favorecía a una de las partes. Se emitió el voto y la decisión fue tomada. Yo no sólo estaba totalmente en desacuerdo con la misma, sino que, para empeorar las cosas, también se esperaba que la implementara.
Fue un momento como el que la mayoría de nosotros probablemente hemos enfrentado en algún ámbito de la vida, como la política escolar, los negocios, la familia o el gobierno. Nos vemos tan atrapados en la contienda divisiva que incluso podríamos empezar a sentir que, si nuestro bando pierde, podríamos hacer algo radical. La terquedad puede convertirse en imprudencia. Hay una tracción emocional para atrincherarse en el lado que hemos elegido al punto de ser irrazonables, obstinados y tontos si las cosas no salen como nosotros queremos.
Pero ¿qué pasaría si hubiera una tercera opción en un conflicto muy debatido y acalorado? Eso fue lo que encontré en respuesta a esa decisión política de la iglesia, y se ha convertido en un enfoque permanente para resolver futuros conflictos en mi vida.
Debo admitir que al principio no manejé muy bien el tema de la iglesia. Traté de esquivarlo y evitarlo. Pero finalmente, después de haber agotado todas las demás opciones, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para ayudarme a orar. “Estoy en una posición muy difícil porque me siento atrapada en el medio”, le dije entre lágrimas.
Su respuesta me sorprendió. Me dijo que había una tercera opción: no tomar una posición. Esta era una opción que nunca había considerado. ¡Qué alivio! Al instante me sentí en paz. Toda la sensación de estar atrapada en medio de un acalorado conflicto se disolvió, y me sentí libre de dejar todo en manos de Dios.
Ahora bien, para cualquiera que sienta que tomar una posición fuerte siempre es el camino a seguir, esto puede parecer como lavarse las manos. Y ciertamente todos deberíamos estar dispuestos a participar activamente en las actividades y decisiones que dan forma a la comunidad para el bien de todos. Pero en mi caso, no tomar partido, y estar dispuesta a cumplir con mis deberes, demostró ser el camino correcto, porque toda la cuestión se disolvió. Los fideicomisarios de la iglesia nunca se comunicaron conmigo ni me indicaron que procediera, y todo el tema fue abandonado y jamás surgió en ninguna reunión futura de la iglesia.
Al orar para comprender mejor esta tercera opción, me ha inspirado un relato sobre la resolución de conflictos en la Biblia. Los discípulos de Cristo Jesús habían estado predicando al Cristo, y las autoridades locales les ordenaron que no lo hicieran. Cuando continuaron haciéndolo, fueron encarcelados. Pero fueron liberados de la prisión por un ángel de Dios. Cuando los residentes se enteraron de que los discípulos estaban libres y predicaban de nuevo, quisieron matarlos.
La verdadera humildad es la disposición de dejar que Dios determine todas las cosas, no los deseos humanos.
Entonces un fariseo llamado Gamaliel, un abogado de buena reputación entre la gente, dio un paso adelante y dijo: “Hombres de Israel, ¡tengan cuidado con lo que piensan hacerles a estos hombres! ... Así que mi consejo es que dejen a esos hombres en paz. Pónganlos en libertad. Si ellos están planeando y actuando por sí solos, pronto su movimiento caerá; pero si es de Dios, ustedes no podrán detenerlos. ¡Tal vez hasta se encuentren peleando contra Dios!” (Hechos 5:35, 38, 39, NTV).
Esta podría ser nuestra postura segura también. Si cualquiera de los dos lados de un problema es el de un grupo de personas que tratan de influir en la opinión popular a su favor, en última instancia fracasará. Pero si es la obra de Dios, no puede ser derrocada, y no quisiéramos tratar de hacerlo. Por lo tanto, en lugar de tomar determinada posición, podemos, en cambio, confiar paciente y confiadamente en la capacidad de Dios para gobernar Su creación con sabiduría y amor.
La contienda final se libró en el conflicto que Cristo Jesús enfrentó en el jardín de Getsemaní mientras esperaba su detención y ejecución. Oró para salvarse de la experiencia de la crucifixión. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Ciencia Cristiana, describe este conflicto interno: “Cuando el elemento humano en él luchaba con el divino, nuestro gran Maestro dijo: ‘¡No se haga mi voluntad, sino la Tuya!’, a saber: No sea la carne, sino el Espíritu, lo que esté representado en mí” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 33).
La profunda humildad de Jesús al ceder su voluntad a la de Dios es lo que lo caracterizó como el Cristo. La verdadera humildad es la disposición de dejar que Dios, el Principio divino y el Amor, determine todas las cosas, no los deseos humanos, incluso cuando surgen de las mejores intenciones. El deseo de Jesús de ceder todo a la voluntad de Dios era genuino y honesto. Y nos aconsejó que hiciéramos lo mismo. Nos enseñó a orar: “Hágase tu voluntad” (Mateo 6:10). Orar para ver en acción la voluntad de Dios —no la nuestra— trae una paz de otra manera inalcanzable.
Si bien ninguno de nosotros ha enfrentado nunca un conflicto de la magnitud de la que enfrentó Jesús, no obstante, podemos esforzarnos por emular su humilde ejemplo. Y esta puede ser nuestra tercera opción: orar para tener la fortaleza espiritual de abandonar nuestra propia opinión de cómo deben resolverse los acontecimientos y tener el valor de dejar todo en manos de Dios.
Incluso si sentimos que hemos luchado la buena batalla y perdido, todavía podemos consolarnos al saber que la voluntad de Dios debe cumplirse inevitablemente, y que puede suceder de maneras que nunca podríamos haber previsto. Esto nos brinda consuelo y una paz que no puede revertirse y nada nos la puede quitar.
Cuando estamos atrapados en un conflicto de dos bandos, podemos, en cambio, emular a nuestro querido Maestro y orar: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, ¡y decirlo en serio!
