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Original Web

Sana de síntomas de apendicitis

Del número de junio de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 14 de enero de 2021 como original para la Web.


Hacia el final de unas vacaciones que mi esposo y yo tomamos en una hermosa isla, me desperté en la madrugada experimentando primero una molestia, luego dolor en el estómago. Como Científica Cristiana de toda la vida, supe al instante que el cuerpo no tenía ninguna autoridad para decirme el estado de mi salud. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “La salud no es una condición de la materia, sino de la Mente; ni pueden los sentidos materiales dar testimonio confiable sobre el tema de la salud” (pág. 120). Comencé a orar con “la declaración científica del ser” que se encuentra en el mismo libro y con el Padre Nuestro.

Después de aproximadamente una hora, si bien había tenido momentos de alivio, el dolor empeoró. Pensé en que la vista de las olas del océano desde nuestra habitación del hotel era muy tranquila y agradable. ¿Cómo podía ser que estuviera dentro de esta habitación sintiendo oleadas de dolor y turbulencia?

En ese momento, me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana para obtener ayuda. También desperté a mi esposo y le pedí que leyera himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana en voz alta. La practicista me aseguró que yo era espiritual y que mi identidad espiritual estaba firmemente establecida en Dios, el bien. 

Estaba agradecida por recurrir a la Verdad y me concentré en una idea bíblica a la que la Sra. Eddy a menudo se refiere: la roca de Cristo. En sus Escritos Misceláneos 1883–1896 escribe: “Basados así sobre la roca de Cristo, cuando la tormenta y la tempestad batan contra esta base segura, vosotros, bien resguardados en la firme torre de la esperanza, la fe y el Amor, sois los polluelos de Dios; y Él os ocultará bajo Sus plumas hasta que la tormenta haya pasado” (pág. 152). En ese momento supe que podía confiar y apoyarme en la roca de Cristo, que continuaría manteniéndome a salvo y me protegería de todo daño. No había tormenta ni ola que me pudiera forzar a apartarme de mi identidad espiritual y de la firme y amorosa sujeción de Dios.

Sentí Su amor expresado en el inmediato apoyo de la practicista y de mi esposo. Rechacé los pensamientos de culpabilidad de que era egoísta al perturbar su sueño, y los reemplacé con la idea de que todos habíamos sido despertados para ser testigos del amor y poder omnipotentes de Dios.  

Pude volver a dormirme hasta la mañana y me desperté sintiéndome mucho mejor. Mi marido y yo pasamos un día tranquilo, leímos, salimos a cenar y caminamos por la playa. Sin embargo, después de regresar a nuestra habitación del hotel esa noche, los dolores regresaron, y mi esposo observó que yo me sujetaba un lado del vientre. 

Me comuniqué nuevamente con la practicista y le pedí que siguiera orando por mí. Mi querido esposo, que no es Científico Cristiano, permaneció apoyándome, tranquilo y paciente. Comenzó a leer en voz alta artículos y testimonios del Journal que brindaban la certeza del poder sanador omnipresente y omnipotente de Dios. Descansé en paz por un rato. Después de una hora más o menos, me desperté de nuevo con dolores aún más agudos.

Mi esposo entonces comentó que ese dolor probablemente provenía de mi apéndice. Sintiéndome agotada y desanimada en ese momento, compartí su preocupación e inmediatamente le pedí que se comunicara con mis padres, quienes son dedicados Científicos Cristianos, para obtener más apoyo. A pesar de que eran las tres de la madrugada en su huso horario, mi papá contestó el teléfono. Me aseguró que estaba abrazada en el amor de Dios y podía confiar en la eficacia sanadora del tratamiento de la Ciencia Cristiana de la practicista. 

También llamé a la practicista para contarle la preocupación de que probablemente fuera un problema con mi apéndice. Ella refutó amorosamente la idea de que una parte física del cuerpo pudiera declarar el estado de mi ser. Puesto que era una creación de Dios, mi ser solo podía ser espiritual, y yo era a un mismo tiempo la encarnación de todas las ideas correctas. Me recordó que todo mi ser en ese momento era sano, armonioso, perfecto en forma y en función. Me aferré a esa idea de la forma y función perfectas. En ese momento, me di cuenta de lo absurdo que era escuchar y creer en una parte del cuerpo que estaba tratando de decirme que no funcionaba bien y que tendría que sufrir por su supuesta disfunción. 

Oré para saber que, por ser la creación de un Dios, el Espíritu, del todo amoroso, mi identidad era perfecta, espiritual y funcionaba armoniosamente. No había ninguna otra identidad que pudiera reclamar para mí misma. Dios es la única Vida, y mi vida solo le pertenecía a Él. En ese instante tuve la total seguridad de que jamás podría haber ningún mal funcionamiento en la Mente, el Espíritu, el Alma, la Vida, la Verdad, el Principio o el Amor. Con ese mensaje sanador, caí en un sueño tranquilo y me desperté sintiéndome completamente renovada, feliz y bien. Los dolores nunca regresaron, y mi esposo y yo disfrutamos del resto de nuestras vacaciones. 

Mi corazón está lleno de amor y gratitud por la eficacia de la Ciencia Cristiana y el compromiso tan dedicado e inquebrantable con la demostración de la Verdad de la practicista. También estoy muy agradecida por el amoroso y fiel apoyo de mi esposo y de mis padres. Esta experiencia fue prueba de que el Cristo, la Verdad divina, es la roca que nunca falla.

Heidi Dufresne
Newport Coast, California, EE.UU.

Soy el esposo de Heidi Dufresne. Como ella mencionó, no soy Científico Cristiano, pero he llegado a apreciar verdaderamente la práctica de esta Ciencia. La curación que presencié fue, en mi opinión, indiscutible. Su testimonio de los acontecimientos que sucedieron es completamente preciso. A veces tuve miedo durante este incidente, y, como Heidi ha hecho en el pasado, cuando no se ha sentido muy bien, me pidió que leyera selecciones del Journal, así como varios de sus himnos favoritos. Como resultado, tuvo una recuperación completa, por la que estoy sinceramente agradecido. Gracias por la oportunidad de hablar en su nombre. 

Andrew Dufresne

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