¿Te gustaría vivir en un lugar donde se te garantice la exención de todo mal y enfermedad, y donde todas tus necesidades sean siempre satisfechas? Lo bueno es que podemos encontrar una invitación a este lugar santo a lo largo de la Biblia. Por ejemplo, el Salmo 91 habla del “lugar secreto del Altísimo” (versículo 1, KJV), y enseña que, si confiamos en Dios, Lo comprendemos y ponemos nuestro amor en Él, nos mantendrá a salvo y seguros en este lugar secreto. La Biblia explica, además: “En él [Dios] vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, LBLA).
Vivir en Dios sería algo difícil de comprender si pensáramos en Él como si fuera un hombre mortal. Pero si Dios es la Mente infinita, o Espíritu, y si estamos hechos a Su misma imagen, entonces podemos comenzar a comprender lo que significa, espiritualmente hablando, morar en Dios, el bien. La imagen de la Mente infinita, o Espíritu, tiene que ser espiritual, como su original.
Un día, cuando Mary Baker Eddy era niña, durante una clase en la escuela, la maestra preguntó a los alumnos: “Si tomaras una naranja, tiraras la cáscara, le extrajeras el jugo, destruyeras las semillas y la pulpa, ¿qué quedaría?”. Algunos de los niños dijeron que no quedaría nada. Otros no sabían. Pero la pequeña Mary Baker —como era conocida antes de casarse— tuvo una mejor respuesta. Ella dijo: “Quedaría la idea de la naranja” (Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified Edition, pp. 10–11).
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