¿Cuántas veces hemos visto a Dios representado como un hombre, tal vez flotando en una nube? La famosa pintura de la creación de Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina representa a Dios de esta manera, a punto de tocar a Adán y presumiblemente darle vida. Este es una imagen mental que la sociedad ha mantenido a lo largo de los siglos.
Puesto que a Dios se Lo conoce generalmente como Él, casi parece natural considerarlo como un ser corpóreo, formado a imagen y semejanza del hombre. Pero esta no es la verdad acerca de Dios.
En la Biblia, Dios nunca es descrito de alguna manera corporal. Abraham, Isaac, Jacob y los profetas del Antiguo Testamento tuvieron una relación personal con Dios, cuya presencia se les manifestó en varias ocasiones mediante una voz, una zarza ardiente, una columna de nube o fuego, un torbellino, todo lo cual indicaba un Ser Supremo, una presencia tangible, espiritual, no material. Esto contrasta claramente con otras sociedades antiguas que adoraban a muchos dioses, a menudo representados por ídolos.
Cuando los hijos de Israel viajaron a la Tierra Prometida llegaron a conocer a Dios como su guía, protector, proveedor y legislador. A lo largo del Antiguo Testamento hay relatos de que superaron obstáculos extremos, se les proporcionó comida en el desierto, los enfermos sanaron y los muertos fueron resucitados por medio del poder divino.
Cuando Cristo Jesús llegó a la escena de la historia del mundo, aportó un enfoque más claro al concepto de Dios como nuestro Padre. Esta comprensión más profunda permitió a Jesús, así como a sus seguidores, demostrar aún más eficazmente la presencia, el poder y el amor de Dios por todos, una vez más mediante la curación de los enfermos y los discapacitados, proporcionando alimento a grandes multitudes, superando obstáculos y resucitando a los muertos.
Aprender a identificarnos espiritualmente como la semejanza perfecta e incorpórea de Dios trae curación.
Jesús dijo: “No se inquieten por lo que van a comer o lo que van a beber. No se preocupen por esas cosas. Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos en todo el mundo, pero su Padre ya conoce sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten” (Lucas 12:29–31, NTV).
El apóstol Pablo difundió el mensaje de Cristo, no solo a los judíos. Cuando predicaba a la gente en las provincias griegas y romanas, que generalmente creían en muchos dioses y producían nombres, historias e imágenes físicas de cada uno, tuvo que confrontar sus nociones materiales sobre la Deidad.
El siguiente caso está registrado en el libro de Hechos: “Entonces Pablo, de pie ante el Concilio, les dirigió las siguientes palabras: ‘Hombres de Atenas, veo que ustedes son muy religiosos en todo sentido, porque mientras caminaba observé la gran cantidad de lugares sagrados. Y uno de sus altares tenía la siguiente inscripción: ‘A un Dios Desconocido’. Este Dios, a quien ustedes rinden culto sin conocer, es de quien yo les hablo. Él es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él. Ya que es el Señor del cielo y de la tierra, no vive en templos hechos por hombres, y las manos humanas no pueden servirlo, porque él no tiene ninguna necesidad. Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad.; . . . Pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (17:22–25, 28, NTV).
Esta explicación rechaza la creencia sobre Dios como un ser corpóreo y refuerza la comprensión de Dios como una omnipresencia espiritual que está con cada uno de nosotros en todo momento.
Mary Baker Eddy, una pionera espiritual que descubrió la Ciencia que respaldaba las curaciones de Cristo Jesús y escribió el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, da esta respuesta a la pregunta “¿Qué es Dios?”: “Dios es la Mente, el Espíritu, el Alma, el Principio, la Vida, la Verdad, el Amor, incorpóreos, divinos, supremos, infinitos” (pág. 465). También escribe: “La Ciencia Cristiana enfatiza enérgicamente el pensamiento de que Dios no es corpóreo, sino incorpóreo, esto es, sin cuerpo. Los mortales son corpóreos, pero Dios es incorpóreo” (Ciencia y Salud, pág. 116).
Ciencia y Salud continúa explicando que nosotros también, por ser la creación del Espíritu divino, somos espirituales e incorpóreos. En respuesta a la pregunta “¿Qué es el hombre?”, leemos: “El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza. La semejanza del Espíritu no puede ser tan desemejante al Espíritu. El hombre es espiritual y perfecto; y porque es espiritual y perfecto, tiene que ser comprendido así en la Ciencia Cristiana” (pág. 475).
Aprender a rechazar la creencia falsa de que somos seres físicos sujetos a enfermedades y lesiones, y a identificarnos espiritualmente como la semejanza incorpórea perfecta de Dios, trae curación. Aquí hay un ejemplo de mi propia experiencia.
Hace muchos años, un pequeño bulto apareció en la parte superior de mi muñeca izquierda. Aunque era fácilmente perceptible para mí, no me molestaba físicamente, y oraba por ello de vez en cuando, negando su realidad en mi ser.
Un día, unos amigos vinieron a visitarme, y sin darse cuenta de mi situación, el esposo comentó que su hija tenía un bulto en la muñeca que sólo podía ser removido mediante una delicada cirugía. Ella lo señaló, y parecía similar a la condición en mi muñeca. Esto captó mi atención. Empecé a orar más diligentemente, aunque en ese momento todavía estaba viendo el bulto como algo que necesitaba ser removido.
Con el tiempo, este se agrandó y se volvió restrictivo y doloroso. Siempre me ha gustado tocar la guitarra, pero el bulto me impedía hacerlo, así que dejé de tocar por algunos meses. Durante el verano, mi esposa y yo pasamos un par de semanas de vacaciones, y como de costumbre traje mi guitarra. Una noche, sentí el fuerte deseo de tocarla. No sabía si era prudente hacerlo a pesar del dolor, pero razoné con esta cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana: “El deseo es oración; y ninguna pérdida puede ocurrir por confiar a Dios nuestros deseos, para que puedan ser moldeados y exaltados antes de que tomen forma en palabras y en obras” (Ciencia y Salud, pág. 1).
Toqué y canté durante más de una hora, y en algún momento durante ese período el dolor en mi muñeca desapareció, lo que me dejó agradecido, alegre e inspirado. Cuando me desperté a la mañana siguiente, me di cuenta de que el bulto había desaparecido.
Al principio me sorprendió, y me pregunté cómo un problema con el que había vivido más de un año podía desaparecer tan rápidamente. Entonces un pequeño bulto reapareció en el mismo lugar a la mañana siguiente, y me di cuenta de que era la manera equivocada de ver esto. ¿Me consideraba un ser corpóreo, así como a menudo se considera que Dios es corpóreo y semejante al hombre? Sabía que necesitaba explorar más profundamente lo que había sucedido.
Al analizar cuidadosamente los pensamientos que había tenido mientras tocaba mi guitarra esa noche, recordé haber pensado que la Mente divina es la fuente de la inspiración para escribir y componer canciones. Afirmar que podía confiar a Dios mi deseo de expresar belleza y armonía en la música me ayudó a dejar de lado el temor a la deformidad, el dolor y la restricción. Entonces, cuando cedía con confianza a la presencia de Dios, las preocupaciones sobre el cuerpo abandonaron completamente mi pensamiento. Al percibir el hecho de que el problema no formaba parte del Espíritu incorpóreo y divino, también dejé de lado la noción de que podía ser parte de mi verdadera individualidad como creación de Dios. Y eso, a su vez, había llevado al cambio en mi muñeca.
En los próximos días, mantuve la condición física fuera de mi pensamiento y, en cambio, me volví a Dios con profunda confianza, sabiendo que soy Su idea espiritual. Pronto el pequeño bulto desapareció por completo, y nunca ha regresado. La muñeca permanece normal y sin dolor.
Una declaración en la página 14 de Ciencia y Salud resume lo que aprendí de esta experiencia: “Enteramente separada de la creencia y el sueño de la vida material, está la Vida divina, revelando la comprensión espiritual y la consciencia del señorío del hombre sobre toda la tierra. Esta comprensión echa fuera el error y sana a los enfermos, y con ella puedes hablar ‘como quien tiene autoridad’”.
Dejar atrás un sentido corpóreo acerca de Dios y llegar a conocerlo como el Espíritu infinito nos ayuda a superar la perspectiva limitada y material de nosotros mismos como seres físicos defectuosos. Entonces obtenemos nuevas e inspiradas perspectivas de nosotros mismos como expresiones espirituales del Dios que es bueno. ¡Qué grandioso es esto!