Tenemos que tomar decisiones morales todos los días. Estas decisiones equivalen a elegir entre el bien y el mal. ¿Debemos actuar de manera moral o inmoral? ¿Debemos enseñar a nuestros hijos a ser honestos y amables, o dejarlos hacer lo que quieran? ¿Debemos perdonar o ser vengativos? ¿Debemos pagar impuestos o hacer trampa?
La elección no siempre es fácil, pero es necesaria. A menudo se necesita un valor moral implacable para negarse a obrar mal y hacer lo correcto. El camino para tomar decisiones correctas es el deseo correcto. Y el deseo correcto es una consecuencia de la mentalidad espiritual, porque la mentalidad espiritual es el origen de los deseos correctos.
Las decisiones diarias nos exigen ser honestos, desinteresados, justos, misericordiosos, compasivos y castos. Cualquier ejercicio de estas firmes cualidades morales nos hace mejores personas. Además, la moralidad garantiza el progreso tanto de los individuos como de sus países. Una nación es tan grande, buena y perdurable como la bondad y la grandeza que personifican sus habitantes.
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