Disipó el temor al dinero
En un podcast reciente de Sentinel Watch, la periodista de finanzas y negocios radicada en Londres, Jasmine Birtles, contó cómo descubrió las verdades espirituales que sustentan lo que representa el dinero, y cómo esta comprensión la ayudó a liberarse de sus deudas, pagar sus cuentas y establecer su carrera como periodista independiente. El siguiente es un extracto adaptado de la grabación que aparece en JSH-Online.com. Para escuchar el podcast completo (en inglés) visita sentinel.christianscience.com/sentinel-audio/sentinel-watch/dispelling-the-fear-of-money.
¿Cómo oras de manera práctica cuando estás endeudada y parece que no hay ninguna posibilidad de que entre dinero de alguna parte?
Como trabajadora independiente de muchos años, he enfrentado esa situación algunas veces.
La oración en la Ciencia Cristiana no consiste en pedir dinero ni cosas materiales. Es orar para obtener una comprensión más amplia, profunda y constante de la realidad espiritual de la bondad de Dios; bondad que no es solo grande, sino infinita; una fuente constante del bien. Y cuando percibimos esto, aunque sea en pequeña medida, tiene que expresarse en nuestra vida.
Hace algunos años, estaba luchando con la falta de ingresos y francamente, con la vida en general. Hablé de esto con un amigo que es practicista de la Ciencia Cristiana, y mencionó el pasaje de la Biblia donde Ezequiel describe una visión en la que un hombre lo lleva a un río. Las aguas llegan hasta los tobillos de Ezequiel, y luego hasta las rodillas y después más alto. Y Ezequiel dice: “Era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado” (Ezequiel 47:5).
Yo nunca había entendido realmente de qué se trataba ese pasaje, pero mi amigo dijo: “Estas son las aguas del bien. Es la bondad infinita de Dios en la que nadamos, este océano de amor”. Y lo entendí. Es como lo que la escritora y activista Sojourner Truth dijo acerca de Dios: “Él es un gran océano de amor, y vivimos y nos movemos en Él como los peces en el mar”. Así que, de manera consciente, nadé mentalmente en esa bondad divina cada día y durante todo el día. Incluso cuando las cosas no parecían tan bien desde una perspectiva humana, pensaba: “Estoy nadando en el bien”. Realmente me aferré a él, aun cuando parecía que no había nada para mí.
Y de repente fue como si fluyera un río. Obtuve programas de televisión y radio. Me encargaron un par de libros y columnas en revistas. Daba discursos magistrales. Y nunca antes había ganado tanto dinero. Este simplemente fluía.
En esa época, tomé la instrucción de Clase Primaria de la Ciencia Cristiana para aprender más sobre cómo sanar a través de la oración. Esta clase me dio un sentido mayor y más firme de la bondad de Dios, de que Él estaba aquí y llenaba todo el espacio. Este no es el “Dios de los vacíos” (el Dios al que el mundo le asigna la responsabilidad de cualquier fenómeno que la ciencia no pueda explicar), que gran parte del mundo parece aceptar, sino un Dios que lo abarca todo, el bien infinito, el poder supremo. Esta percepción de Dios llenó mi pensamiento de luz. Y esa idea, combinada con el sentido de nadar en Su bondad, me abrió las compuertas de la provisión. Como dice Mary Baker Eddy: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 307).
Nuestra experiencia está muy relacionada con lo que está en nuestro pensamiento, por lo que es importante llenarlo con lo bueno, porque Dios, el bien, es la realidad. No estoy diciendo esto de un modo cándidamente optimista, esperando que todos tengamos buenos pensamientos y que suceda lo bueno. Es más como lo que escribió el comentarista bíblico J. Alec Motyer: “La fe no es credulidad, una ilusión vana o un salto a ciegas. Es, más bien, un salto a la luz, porque la fe es convicción y acción basadas en la evidencia” (Tyndale Old Testament Commentaries: Isaías, p. 138).
En este momento, hay un temor enorme e hipnótico a la crisis económica global. El mismo dice: “Mira las cifras. Escucha lo que todo el mundo está diciendo. Sale en la televisión, lo publican en los periódicos. Obviamente, ¡es verdad!”. Pero ese es el sentido material de las cosas, no la realidad que Dios, el Espíritu divino, creó. De manera que podemos apartarnos de ella y ver que nuestra verdadera fuente espiritual de provisión es Dios, la Verdad divina. Necesitamos obtener nuestros hechos de la Verdad y no impresionarnos por lo que se dice a nuestro alrededor. Admito que, a veces, tenemos que seguir apartándonos de la evidencia que parece tan real, sólida y aterradora; no obstante, la persistencia triunfa.
Por ejemplo, hace tiempo, al comienzo, tuve una deuda de miles de libras, y me preguntaba cuál era mi propósito. Le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con la oración a sanar una sensación generalizada de temor y vacío que me abrumaba. Poco a poco, ella ayudó a alejar mi pensamiento de mi pequeña, limitada e infeliz percepción de mí misma, y mirar hacia afuera y hacia arriba, con el propósito de bendecir al mundo en lugar de tratar de ser feliz de alguna manera. Al mismo tiempo, me di cuenta de que tenía que asumir la responsabilidad de la deuda. Y lo hice. Realicé todo tipo de trabajo; no gasté dinero; vendí todas las posesiones que pude.
Entonces la BBC me llamó para hacer reportajes independientes. El primer día que estuve allí, me encantó. Hasta ese momento, había sido periodista de crónicas y escribía todo tipo de historias, pero ahora estaba haciendo finanzas y negocios personales, y realmente lo disfrutaba.
Me di cuenta de que esto era algo que quería continuar, ya que vi que esta cuestión del dinero no era tan compleja como había pensado antes. Es sobre todo sentido común. Entonces, ¿por qué estaba endeudada? Porque nadie me había explicado el significado del dinero. Así que pensé: “Pues bien, soy buena para explicar cosas. Eso es lo que haré. Me fijaré el objetivo de explicar el dinero a la gente de tal manera que alguien como yo pueda entender”.
No solo saldé la deuda en un año, sino que encontré un propósito y una carrera que continúa hasta hoy. De modo que, ese sentido del bien ilimitado se expresa en nuestro diario vivir. La bendición de Dios no es algo que está allá arriba en el cielo, una bondad enrarecida que sólo puedes obtener si eres un poco santo. Está aquí. Es genuina. Es sólida. Y se expresa de una manera que tiene sentido para nosotros en este momento.
Hay un pasaje maravilloso en Malaquías: “Trae todos los diezmos al granero, para que haya comida suficiente en mi casa. Si lo haces —dice el Señor de los Ejércitos—, te abriré las ventanas de los cielos. ¡Te derramaré una bendición tan grande que no tendrás suficiente lugar para guardarla!” (3:10, KJV).
Esa es una maravillosa representación de la fuente del bien que está constantemente presente. Pero un amigo mío de la iglesia me señaló el otro día que también podía leerse de este modo: “Te derramaré a ti como una bendición”. Siempre había pensado que ese pasaje quería decir que Dios nos derramará bendiciones (lo que Él hace, por supuesto), pero comprender también que nosotros somos la bendición misma abre un universo de posibilidades. Si podemos comprender que somos, individualmente, una bendición para el mundo, ese es un buen lugar para comenzar.
