“Un cliente rompió a llorar por teléfono”. Escuché a un banquero describir esto recientemente y me pregunté cuánto podía estar sucediendo esto hoy en día con las difíciles condiciones económicas actuales que tantos están enfrentando. Fue conmovedor escuchar cómo respondió el banquero. Le aseguró que la ayuda financiera del cliente estaba disponible, y luego se ofreció a mantenerlos en sus oraciones, lo que el cliente agradeció con gratitud.
Esta amable oferta apunta a la idea de que, en medio de las circunstancias desalentadoras que nos hacen sentir temerosos respecto a cómo serán satisfechas nuestras necesidades, la oración puede ayudar. He descubierto que volverse en oración a la presencia infinita del Divino nos abre los ojos a la ilimitada bondad de Dios, que siempre está cerca. Como dice el Salmo 23 en la Biblia acerca de Dios: “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida” (versículo 6, NTV).
En el corazón mismo de esta promesa está lo que el primer capítulo del Génesis enseña acerca de que nuestra naturaleza y sustancia son divinas, hechas a imagen de Dios. Como tales, somos espirituales y expresamos la naturaleza de nuestro creador divino, incluida la capacidad ilimitada de amar y hacer el bien.
Cuanto más constantemente he orado para afirmar nuestra inseparabilidad de la infinita bondad del ser de Dios, más liberada me he sentido de preocuparme por las finanzas. Me ha impedido sentirme abrumada en tiempos difíciles al elevarme por encima de la visión de una situación limitada y material, a comprender que el Espíritu divino nos sostiene inagotablemente. Esto ha traído paz e inspiradas soluciones.
Jamás podemos estar aislados de la bondad y el amor ilimitados de Dios.
Hace años, mi esposo y yo pasamos por una situación financiera muy difícil debido a una injusta situación laboral. Nuestros ahorros salían volando por la puerta cada mes hasta que no pudimos pagar nuestro alquiler. En un período de varias semanas vendimos o regalamos la mayoría de nuestras pertenencias, y luego nos fuimos en el auto a otra parte del país sin saber dónde viviríamos. Además de esto, estaba luchando periódicamente con una ansiedad abrumadora y severa tensión en el pecho.
Un día, cuando llegamos a nuestro nuevo lugar, y vivíamos en un alojamiento temporal, estaba experimentando estos problemas y le pedí a alguien que se dedica tiempo completo a la práctica de la curación en la Ciencia Cristiana que orara conmigo. Esta practicista de la Ciencia Cristiana me alentó a sentir el apoyo constante del amor y la presencia sustentadora de Dios.
Fue un momento decisivo. Dejé de fijarme en lo que parecían ser recursos limitados y circunstancias cambiantes y oré para estar más alerta al Amor divino que cuida a todos.
Jesús predicó que debíamos procurar por encima de todo conocer el reino espiritual presente o la realidad de Dios (véase Mateo 6:31–33). Esto nos libera de las preocupaciones y satisface nuestras necesidades prácticas. Jesús enseñó y probó que el Espíritu divino e infinito que nos sostiene está eternamente presente y es siempre suficiente.
Esto es también lo que Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, nos asegura a través de una frase al comienzo de su texto principal sobre la curación cristiana que siempre da mucho aliento: “Para aquellos que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. vii).
Durante varios meses, oré para aceptar con humildad y apoyarme totalmente en el bien que el Espíritu divino proporciona a cada momento. Esta bondad divina llena todo nuestro ser de atributos ilimitados como el desinterés, la bondad y la gratitud para que podamos compartirlos generosamente y bendecir a los demás.
Me embargó una completa sensación de paz, y me liberó de los episodios de ansiedad y opresión en el pecho. Fue el resultado de la curación del Cristo; el amor sostenedor de Dios dándose a conocer.
Pronto encontramos un lindo lugar donde vivir con un alquiler muy por debajo de lo que el propietario podría haber pedido. Surgieron nuevas ideas sobre cómo avanzar, y se abrieron constantemente nuevas oportunidades y fuentes de ingresos para los dos. La injusta situación laboral también se resolvió amistosamente. Las oraciones de mi esposo también contribuyeron mucho a que las cosas se desarrollaran tan bien.
Lo más maravilloso es que la perspectiva más expansiva de Dios que obtuvimos a través de todo esto nos ha equipado mejor para orar y ayudar a otras personas que han enfrentado desafíos similares a encontrar también curación, paz y progreso.
No importa lo que el mundo nos arroje, jamás podemos estar aislados de la bondad y el amor ilimitados de Dios. Cada momento que oramos y comprendemos esto, contribuimos a que se manifiesten la confianza y la calma espirituales que fomentan una mayor estabilidad económica y progreso.
