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Original Web

Lecciones de dos curaciones de quemaduras

Del número de julio de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 22 de marzo de 2021 como original para la Web.


Según recuerdo, estaba en busca de una mejor comprensión de Dios. Me dieron a conocer la Ciencia Cristiana cuando era una joven adulta, y durante un tiempo asistí a una iglesia presbiteriana los domingos y a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, los miércoles. 

Era en estas reuniones de testimonios de mitad de semana, donde los asistentes compartían cómo Dios influía sus vidas, que aprendí por primera vez cuán práctica es la Ciencia Cristiana. Amaban a Dios y Su verdad estaba viva en la vida de estos Científicos Cristianos, y recibí con mucho agrado el cálido abrazo que me brindaron como recién llegada. 

Uno de los primeros testimonios que compartí en una reunión del miércoles por la noche fue la curación de una quemadura en la mano. Noté con asombro que a pesar de que mi mano se veía mal, no tenía dolor después de orar con las verdades espirituales que estaba aprendiendo. El dolor se detuvo cuando me di cuenta de que no tenía que aceptar la creencia de que la materia podía hacerme sufrir. 

Un miembro de la iglesia se me acercó después de la reunión y comentó lo maravillosa que había sido esa curación. Quería que supiera el significado de ella, y me dijo que llegaría a apreciarla cada vez más a medida que avanzara en mi estudio de la Ciencia Cristiana. La evidencia de la quemadura desapareció poco después.

Esta curación ayudó a convencerme de que la Ciencia Cristiana era la verdad que había estado buscando, y que Dios me había llevado a ella. Pasé a ser miembro de esa iglesia filial y de La Iglesia Madre, y finalmente tomé instrucción de clase de la Ciencia Cristiana.

Muchos años después volví a quemarme la mano. Me acerqué a la cocina para sacar algo, y uno de mis dedos tocó la bobina del asador de 500 grados de calor. La quemadura era grave, y los sentidos físicos clamaban fuertemente para llamar la atención. Mi pensamiento se esforzaba por saber cuál era la mejor forma de manejar la situación. No quería alarmar a mi marido, y me preocupaba que mirarme la mano tendería a producir una imagen falsa en el pensamiento. Consideré llamar a una enfermera de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. 

Pero entonces me sentí guiada a hacer una pausa y orar. Ese momento fue el momento decisivo. Sabía que todo en la creación de Dios está gobernado por Su ley de armonía, y que los accidentes no provienen de Él. Así que simplemente dije “¡No!” En lugar de continuar pensando “¿Qué debo hacer? ¿Quién me ayudará?”, rechacé todo el cuadro del accidente porque era irreal, y en cambio afirmé que Dios estaba presente y gobernaba la situación.

A continuación, recordé un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras donde Mary Baker Eddy dice: “...tenemos que abandonar la base mortal de la creencia y unirnos con la Mente única, a fin de cambiar la noción de la casualidad por el sentido correcto de la infalible dirección de Dios y así sacar a luz la armonía” (pág. 424).

Decidí cubrirme el dedo con un vendaje lo mejor que pude, sin interesarme en la apariencia del dedo. No pensé más en el incidente; ni siquiera recuerdo cuando se detuvo el dolor. 

Unos días más tarde me di cuenta de que el vendaje estaba más suelto que cuando lo había puesto, tan suelto que se deslizó del dedo. Y vi que no había absolutamente ninguna evidencia de que algo hubiera sucedido. El dedo se veía y sentía completamente normal. 

Estaba asombrada, y muy agradecida por la Ciencia Cristiana y lo que estaba aprendiendo acerca de Dios. Pensé en aquel testimonio que había dado años atrás sobre la quemadura anterior. Aunque había reconocido que era completamente indolora, todavía creía que tenía una mano con una fea quemadura que se veía horrible. Al comparar las dos experiencias sanadoras, me di cuenta de que el progreso espiritual me había ayudado a ver que yo no sólo tenía el derecho de estar libre de dolor, sino que por siempre debo ser testigo de la existencia ininterrumpida del bien. Esto quería decir que en realidad no podía ser quemada o herida, así que no podía presentar ninguna evidencia de un hecho tan maligno. La apariencia de un dedo normal y suave era natural y correcta. 

Estas no solo fueron curaciones maravillosas, sino pruebas de que toda experiencia sanadora tiene un significado especial en nuestro progreso espiritual y en constante desarrollo. Cada curación nos da una nueva perspectiva de nuestra verdadera identidad y de la bondad inmutable de la realidad espiritual.

Jan Klesse
New Hartford, Nueva York, EE.UU.

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